jueves, 16 de agosto de 2012

Epístola del Sur

    “Rubias gentes me tienen compasión”, nos cantaba Vainica Doble allá por los años 70. Menos piadosos se han vuelto ahora nuestros vecinos, actuales socios capitalistas de la empresa España. No les cuadran hoy las cuentas, recuperan sus dineros, de paso se llevan los nuestros y nos hacen un ERE. Tan grises y sombríos como las tierras en donde viven, no perdonan la luz y la alegría del sur, de los PIIGS, como cariñosamente nos llaman.
    Leo que un bárbaro de la actual Germania nos explica cómo aprendió a odiarnos. Su cuadrada mente asimiló tal ciencia en su visita a Hispania en 1988, recuperando la más rancia tradición de los anglosajones románticos que en el XIX visitaban nuestro país y otros del Oriente, pues allí nos ubicaban, deslumbrados por la Córdoba y Granada árabes y tan puestos en Geografía como sus hijos americanos que ignoran dónde coño paran los países que invaden. Nos encuentra groseros e irrespetuosos, siendo el teutón, como sus palabras muestran, persona que derrocha amabilidad y respeto por donde va, y más cuando se rebaja a desplazarse a un país de camareros a su servicio.
    El mafioso americano Sheldon Adelson quiere que adaptemos nuestras leyes a sus gustos y a las necesidades de su negocio. El indeseable turista alemán que en unos pocos días aprendió a odiarnos, pues son muy aplicados en el estudio, seguramente diluidos sus pensamientos y su percepción en un par de cubos de cerveza, nos examina también como la finca que se piensa comprar pues, para ellos, estamos en liquidación. En Italia no lo ocultan, y estando como estamos en plenas rebajas, ponen a la venta palacios y castillos, las joyas de la abuela, para devolver sus deudas.
   Algún corsario de la city contará los florines ganados aposentado en el castillo Orsini, en el Lacio. En el fondo, admiran y ansían lo que algunos dicen despreciar.
   Cuando regresan a sus umbríos países después de pasar en el sur los pocos días de su existencia dignos de ser vividos, muestran a los parientes, amigos y vecinos, aún con la piel del color del marisco recién cocido, las fotos de  las playas donde se han bañado y requemado, la bulliciosa vida de las calles y el encanto de los pueblos y ciudades que visitaron, los innúmeros pinchos devorados, las tascas donde se han emborrachado y, en definitiva, un mundo más alegre y vital, más feliz que el suyo propio. Pero ahora deben regresar a su país, afligidos, para ahorrar y poder permitirse volver a pasar unos pocos días en ese arruinado país de risueños irresponsables. Por eso nos odian durante el resto del año.
   Sufren porque algo, entre las brumas que enturbian sus mentes, les inquieta al sugerirles que esas personas alegres y derrochonas, que se pasan la vida en las calles, que disfrutan todos los días de su vida de paisajes, tradiciones y placeres que ellos sólo pueden superficialmente apreciar los pocos días del año en que los cambian por los tenebrosos parajes que habitan, esas mismas insensatas personas, son los descendientes de quienes les civilizaron, llenaron de significado y belleza muchas de las palabras que usan, edificaron esos monumentos que, a trozos como el friso del Partenón, roban cuando pueden y cuyos ancestros, alrededor del Mediterráneo, destilaron a lo largo de muchos siglos la ciencia de saber comer, beber, conversar y, en definitiva, vivir. No se debería despreciar a las personas cuyas obras y cultura envidias.
    Ese engreimiento y soberbia de quien, en el fondo, se sabe inferior en cuanto al más importante de los saberes, el de vivir, es apuntalado por la incultura y el interés, y es filtro que no les permite discriminar entre pueblos y gobiernos.   
   Esas personas a las que me refiero, la minoría más estúpida e intolerante de entre los millones que nos visitan, nos odian no porque pongamos en peligro su bienestar con nuestro despilfarro. Nos odian porque los aborígenes de los paraísos que visitan vivivimos mejor que ellos. Y vivimos mejor y somos más felices no por ser más ricos, que no lo somos, sino por siglos de práctica, sobreviviendo a merced de dirigentes tan nefastos como los suyos, tanto pasados como presentes.
   Lo que escribo, es decir, lo que pienso, está tan lejos del chauvinismo como de la xenofobia. Bienvenidos sean quienes nos visitan o se quedan aquí a vivir sin mirarnos ni por encima ni desde abajo, sino a la altura de la vista, como iguales. Pero sin faltar.

   Vale.


No hay nada tan fácil que no se pueda hacer mal:

En este vídeo podéis ver a Vainica Doble ejecutando, en la peor de sus acepciones, el tema mencionado. En el vídeo uno espera que, en cualquier momento, aparezca una pareja de la guardia civil a detener al bajo. Como la grabación de la ejecución fue interrumpida, no es de descartar que tal hecho se produjera en su momento:
Mejor, escuchad el tema en Spotify.

sábado, 11 de agosto de 2012

Epístola del HARA-KIRI


eo que el gobierno de Japón ha tenido que dimitir y convocar a los ciudadanos a las urnas tras una moción de censura presentada por siete partidos en la cámara alta, dominada por la oposición, después de haber superado en la baja una moción de confianza.
   El motivo de esta grave decisión, normal en Japón y otros países más afortunados y sanos moralmente que el nuestro, ha sido el incumplimiento de UNA promesa electoral, pues elevaron los impuestos al consumo (el IVA), algo que habían prometido no hacer.
   Y yo medito, reflexiono y me digo: ¡Qué envidia! Mi envidia no es sólo porque tal motivo, aquí diluido en un infinito mar de indecencias, lleve a dimitir a un gobierno. Eso ya es mucho. Indica un nivel ético y moral muy por encima del que pueden acreditar muchos de quienes han gobernado y gobiernan en España y en sus comunidades o ayuntamientos. Mis reflexiones me llevan un poco más allá. Lo que más envidio es que, frente a un gobierno que incumple una promesa de su programa, existan siete partidos con la suficiente autoridad moral y la conciencia bastante limpia como para poder exigirle que dimita por ello.
   Llevadas a España estas reflexiones se me saltan las lágrimas. ¿Quién podría hacer aquí tal cosa? ¿Quién tendría suficiente credibilidad y respaldo moral, no desmentidos por su anterior ejecutoria, para poder lanzar la primera piedra?
    ¿Vendría lanzada desde Valencia? En un hipotético juicio para depurar sus responsabilidades, tan exigible como impensable entre nosotros, la acusación contaría con sólidas pruebas de hormigón, no siendo las más escandalosas de ellas un aeropuerto con menos tráfico aéreo que Marte, una televisión con un presupuesto solo algo menor que algunas otras comunidades y, como consecuencia de cientos de chanchullos así, una deuda que nunca podrán pagar.
  ¿O vendría arrojada con tino por las manos de quienes acaban de dejar el gobierno de un país al que han llevado a la ruina y que se agazapan ahora, amordazados por su nefasta gestión anterior, no menos culpable que el consentir que los demás les superaran en derroche? ¿O tirarían desde Andalucía una piedra mientras son jaleados por los amigos y clientes a los que estos hipotéticos lanzadores prejubilaron de forma ilegal, falsa, indigna y lesiva para el interés común, puesto siempre muy detrás del propio? 
   Tal vez llegara la primera piedra desde Cataluña, lanzada con ira entre lágrimas de cocodrilo por supuestas víctimas del acoso económico al que el gobierno central les somete al no pagar las deudas que ellos mismos contrajeron. No echarán la culpa al gobierno anterior de su comunidad, también lapidable, que es quien con su despilfarro y clientelismo ha llevado a la antes próspera Cataluña a una situación tan ruinosa como la de las otras comunidades. No. Al tripartito ni nombrarlo que, al fin y al cabo, son de los suyos; la culpa es del resto de España, que les chulea.
   No se esperan piedras desde Castilla-La Mancha, Murcia, Baleares, ni de ninguna otra comunidad, con parecidos expedientes a las anteriores. Algunas podrían enviar una china, pero no tan grande como para hacer daño. Navarra y el país vasco tampoco lanzarían losas ni guijarros, quietos y procurando que en este momento económicamente desesperado para el resto nadie se acuerde de ellos, tan calentitos como están al abrigo de sus privilegios históricos, es decir, de una injusta discriminación positiva que, para más inri, viene de antiguo, renovados sólo muy recientemente y ahora llamados “cupo” o “concierto”, de forma más aséptica y musical..
    Tampoco están algunos mimados sindicatos estatales para participar en tal pedrea. Como bomberos, policías, médicos o maestros, no son sino otros funcionarios más de las distintas administraciones que con dinero público pagan sus sueldos, sus instalaciones y sus gastos. Con estos mimbres no es raro que se nos haya desfondado el cesto.
   Las decisiones políticas más importantes del país, desde su misma estructura hasta la aprobación de muchas de sus leyes, ha sido producto del chalaneo, del chantaje, de lo que aunque eufemísticamente presentado como negociación y consenso, siempre necesarios, no ha sido en muchos casos más que el indigno intercambio de los votos necesarios para seguir cada uno en su sillón. Las contraprestaciones a estos apoyos parlamentarios suelen traducirse en más dinero para quien los proporciona, un aumento en la porción de tarta para unos, en detrimento de la ración que a otros comensales debería corresponder, sin que se salve ni el niño, que está creciendo. 
    Más dinero público ha ido a tapar bocas que baches de las carreteras u otros agujeros contables. Al amigo le damos más por amigo, al adversario, para que como amigo nos trate. No se han inventado las circunferencias de 1600 grados, pongo por caso, que pocos me parecen para que cuadre el reparto de la tarta nacional,  y ya nos dejaron dicho en Babilonia que una circunferencia como Baal manda debe tener sólo 360. Por eso, he escrito anteriormente que una cartilla de Rubio, del número 2, la de sumar llevando, es ciencia que debería exigirse a quienes pretendan llevarnos las cuentas, no seguir llevándose de ellas.
   Vuelvo al ejemplo de Japón, con que iniciaba mis reflexiones. Señores diputados, nacionales y autonómicos, gestores de entes y empresas tapadera de sus deudas y refugio de sus parientes y paniaguados, exdirigentes y altos cargos de cajas de ahorros, consejos de administración de los antiguos monopolios malbaratados cuando pasaron a privadas y conocidas manos, que con tales puestos y sueldos ahora les recompensan, asesores todos, de ayuntamientos, ministerios y consejerías, por favor, haced lo que en la tierra del Sol Naciente hace tiempo que, con mucho menos motivo ya habrían hecho: ¡Dadnos una satisfacción y haceos el hara-kiri!