martes, 31 de julio de 2012

Espístola del Serengueti

Queridos hermanos:

Heme aquí, recluido en mi celda, entregado a la meditación y al estudio, sólo interrumpido para hacer nuevos agujeros al cinturón, que no reposa de tanto bajar y subir los calzones, estando como estamos a merced del atajo de sodomitas que desde aquí y allá nos acosan.
 Acostumbrado a recetar edificantes lecturas a los catecúmenos de la escuela catedralicia en donde laboro y teniendo en mente a los jerarcas aludidos, creo menester recomendarles que abandonen los sesudos estudios económicos de Keynes, Barro y Krugman y que, para empezar por el principio y aunque dicen ya haber hecho los deberes, mejor dediquen el verano a hacer con aplicación y esmero los sabios ejercicios de un cuaderno de Rubio del número 2, el de sumar llevando. El conocimiento y práctica de los sutiles arcanos que encierra tal obra por parte de quienes los últimos años han dirigido y por los que ahora dirigen la economía del reino, al abismo por cierto, nos habría evitado muchos males. No olvidar que quien gasta más de lo que gana, debe, que, junto con saber sumar, constituyen un corpus de ciencia suficiente que, de ser conocido y puesto en práctica, habría evitado el llegar la situación actual. Restar es industria que ya practican en demasía, aunque siempre en bolsa ajena, y las otras dos reglas, claro está que es arte que excede el magro alcance de sus magines.

   Nada hermana más que el infortunio, medito. Mientras la prosperidad y la bonanza adormecen nuestras conciencias, haciéndonos egoístas e insensibles al sufrimiento ajeno, por contra, plagas, hambrunas y catástrofes nos unen y nos llevan a compadecernos de nuestros semejantes con sentimiento fraternal.

   Aun siendo angustiosa nuestra situación, todavía no hemos alcanzado el punto en que nos sintamos hermanos, mas por el buen camino vamos, pues la inmensa mayoría ya nos consideramos unos primos. Clara muestra de ello es el hecho de que son generales las preguntas sobre "la prima", tenida por todos por común pariente. La evolución de sus dolencias ha sustituido en toda conversación el usual interés en nublos, calores y borrascas.
   No menos frecuentes en la conversación son las referencias, cierto es que poco piadosas, a padres, madres y otros antepasados de próceres y mandamases que, aunque son llamados a administrar la cosa pública de forma temporal, en sus poltronas se eternizan, llegando a olvidar sus anteriores ocupaciones y oficios, quienes alguno tenían. Más peligro suponen, no menos para sus compañeros de cofradía que para los rivales, aquellos que carecen de tajo al que volver. Si mentir, al menos ocultar y exagerar, es algo propio de tal gremio, éstos últimos matan.
   Esta dialéctica revalorización de los lazos de sangre, en casos extremos, les lleva a convertir en hereditarias sus canonjías, no siendo insólito el caso de pasar de padres a hijos durante siete generaciones la presidencia de una diputación provincial, lo que nos lleva a pensar que en sus encendidas defensas a "la familia", refiérense a la suya propia, en un sentido siciliano de la palabra.

  Me llevan mis divagaciones estivales a meditar sobre la importancia de hacer a las palabras recuperar su sentido y valor. No es problema menor, pues con ellas se nos encandila y tras su mal uso se nos esconde y escamotea la realidad. Llamar a las cosas por su nombre ya es solucionar la mitad del problema. Que sea crisis o no lo sea, que constituya o no rescate o que esto sea robar o sólo lo parezca, es importante. Detraer miles de millones de los hueros bolsillos de los contribuyentes para entregarlos a quienes previamente se los vaciaron, no puede ser acción que se santifique o barnice con palabras o frases tales como “reestructuración bancaria”, “recapitalización” y otros eufemismos al uso. Más ajustado a la realidad y a lo que establecen diccionarios y lexicones sería denominar a estas impías acciones “expolio indecente”. Aclarar quién es funcionario y quien no lo es, también ahorraría muchas controversias, discusiones y pelarzas.

  No menos inadecuado resulta el denominar "sanguijuela morganática" a una variedad de esta especie de gusano que, cual lapa, se aferra a chupar de las arterias de la hacienda del reino, pues aunque maman, y no poco, lo hacen de distinta teta de la que su electo cónyuge se nutre. Mejor sería clasificarlos como consejeros de bragueta, al ser su matrimonio, que no sus méritos, si los hubiere, quien les ganó plaza en el consejo de administración para el que se les nombra. Muestra ahora esta variedad de chupóptero consorte
su predilección por congregaciones dedicadas a la telefonía y la energía, todas ellas piadosísimas y rentables órdenes laicas, una vez esquilmado por tal chupón y otras tenias, éstas no solitarias, su anterior nicho ecológico, las cajas de ahorros, cuya ruina causaron y de las que ricos marcharon en lugar de esposados, como de ellas debieron salir.
  Pueden encontrarse especímenes de estas parasitarias especies en las mejores fondas y hosterías, mostrando su desmedida afición a los crustáceos y a los buenos caldos, que no costean con propios maravedíes sino con doradas tarjetas que diluyen tales dispendios en el pozo sin fondo de su despilfarro insostenible.

  Su nepotismo tentacular, extendido a la familia de sus amigos y cofrades, todo lo ocupa. Disfrazados de funcionarios infiltran a sus protegidos en todos los organismos de la administración, a ser posible en los niveles más altos y mejor remunerados desde donde, como volantes esporas o virus con patas, puedan reiniciar un nuevo ciclo de infección. Una vez colonizados los organismos citados en los que estos parásitos bullen y se amontonan, siendo causantes del descrédito de los verdaderos funcionarios de carrera, amplían su hábitat creando peregrinos organismos e inusitados entes, tan ingeniosos como innecesarios donde, tomando ejemplo de algunas especies de avispas, inyectan las larvas de sus crías y las de sus compinches, que allí encuentran acomodo, aunque terminen por comerse a quienes en tal colmena de verdad laboran.

  Cuando el sistema se satura despejan el lugar, haciendo sitio para nuevos compromisos, jubilando, en edad de merecer, a sus protegidos con cargo a los indefensos sufragáneos, a los que, cuando alguien les oye, llaman "el pueblo", o "los trabajadores". Multiplicar los niveles de la administración, es pues, parte esencial del diseño.

   ¿Qué pensaríais de este pobre fraile, hermanos míos, si os dijera desde el púlpito que si teniendo tienda o artesanía, llegado el caso de que, a causa de vuestra incompetencia y rapacidad, las cosas os vinieran mal dadas, viendo la ruina inevitable, podríais, en lugar de cerrar el puesto y cargar con deudas y compromisos, abrir lo que se llamaría una "tienda mala" y que, cuando corriendo huyerais de ella, allí quedarían cargas y trampas, para regresar a vuestro anterior negocio, que de forma milagrosa hallaríais solvente y lleno de géneros y mercaderías pagadas con cargo al contribuyente? Existe tal, mas no os hagáis ilusiones, almas de cántaro, pues esta ingeniosísima práctica no está al alcance de cualquiera. Sólo quienes de la usura han hecho noble oficio gozan de tal prerrogativa.

   Alárgase la epístola, incapaz de encontrar una idea amable y reconfortante con que darle fin, como se acostumbra. Iba a traer la playa y el descanso a colación, mas desde la pérfida Albión se nos compara con las jirafas y ñus del Serengueti, quienes confiados migran en busca de más feraces y amenos parajes, mientras se relamen los predadores que al acecho les esperan en ríos y cañadas. Nuestros leones y cocodrilos se afilan las uñas en Wall Street y en la city de Londres. A ellos se asocian otros carnívoros y carroñeros locales y, contra ellos, precaución inútil es no perder de vista la cartera. ¡Que Dios nos proteja!

No hay comentarios:

Publicar un comentario