“Rubias gentes me tienen compasión”, nos cantaba Vainica Doble allá por los años 70. Menos piadosos se han vuelto ahora nuestros
vecinos, actuales socios capitalistas de la empresa España. No les cuadran hoy las
cuentas, recuperan sus dineros, de paso se llevan los nuestros y nos hacen un
ERE. Tan grises y sombríos como las tierras en donde viven, no perdonan la luz
y la alegría del sur, de los PIIGS, como cariñosamente nos llaman.
Leo que un bárbaro de la actual Germania nos explica
cómo aprendió a odiarnos. Su cuadrada mente asimiló tal ciencia en su visita a Hispania en 1988, recuperando la más rancia tradición de los anglosajones
románticos que en el XIX visitaban nuestro país y otros del Oriente, pues allí
nos ubicaban, deslumbrados por la Córdoba y Granada árabes y tan puestos en
Geografía como sus hijos americanos que ignoran dónde coño paran los países que
invaden. Nos encuentra groseros e irrespetuosos, siendo el teutón, como sus
palabras muestran, persona que derrocha amabilidad y respeto por donde va, y
más cuando se rebaja a desplazarse a un país de camareros a su servicio.
El mafioso americano Sheldon Adelson
quiere que adaptemos nuestras leyes a sus gustos y a las necesidades de su
negocio. El indeseable turista alemán que en unos pocos días aprendió a
odiarnos, pues son muy aplicados en el estudio, seguramente diluidos sus
pensamientos y su percepción en un par de cubos de cerveza, nos examina también
como la finca que se piensa comprar pues, para ellos, estamos en liquidación.
En Italia no lo ocultan, y estando como estamos en plenas rebajas, ponen a la
venta palacios y castillos, las joyas de la abuela, para devolver sus deudas.
Algún corsario de la city contará los florines ganados aposentado en el
castillo Orsini, en el Lacio. En el fondo, admiran y ansían lo que algunos dicen
despreciar.
Cuando regresan a sus umbríos países después
de pasar en el sur los pocos días de su existencia dignos de ser vividos,
muestran a los parientes, amigos y vecinos, aún con la piel del color del
marisco recién cocido, las fotos de las
playas donde se han bañado y requemado, la bulliciosa vida de las calles y el
encanto de los pueblos y ciudades que visitaron, los innúmeros pinchos devorados,
las tascas donde se han emborrachado y, en definitiva, un mundo más alegre y
vital, más feliz que el suyo propio. Pero ahora deben regresar a su país,
afligidos, para ahorrar y poder permitirse volver a pasar unos pocos días en
ese arruinado país de risueños irresponsables. Por eso nos odian durante el
resto del año.
Sufren porque algo, entre las brumas que
enturbian sus mentes, les inquieta al sugerirles que esas personas alegres y
derrochonas, que se pasan la vida en las calles, que disfrutan todos los días
de su vida de paisajes, tradiciones y placeres que ellos sólo pueden superficialmente
apreciar los pocos días del año en que los cambian por los tenebrosos parajes
que habitan, esas mismas insensatas personas, son los descendientes de quienes
les civilizaron, llenaron de significado y belleza muchas de las palabras que
usan, edificaron esos monumentos que, a trozos como el friso del Partenón,
roban cuando pueden y cuyos ancestros, alrededor del Mediterráneo, destilaron a lo largo de muchos siglos la
ciencia de saber comer, beber, conversar y, en definitiva, vivir. No se debería
despreciar a las personas cuyas obras y cultura envidias.
Ese engreimiento y soberbia de quien,
en el fondo, se sabe inferior en cuanto al más importante de los saberes, el de
vivir, es apuntalado por la incultura y el interés, y es filtro que no les permite
discriminar entre pueblos y gobiernos.
Esas personas a las que me refiero, la
minoría más estúpida e intolerante de entre los millones que nos visitan, nos
odian no porque pongamos en peligro su bienestar con nuestro despilfarro. Nos
odian porque los aborígenes de los paraísos que visitan vivivimos mejor que ellos. Y
vivimos mejor y somos más felices no por ser más ricos, que no lo somos, sino por
siglos de práctica, sobreviviendo a merced de dirigentes tan nefastos como los
suyos, tanto pasados como presentes.
Lo que escribo, es decir, lo que
pienso, está tan lejos del chauvinismo como de la xenofobia. Bienvenidos sean
quienes nos visitan o se quedan aquí a vivir sin mirarnos ni por encima ni
desde abajo, sino a la altura de la vista, como iguales. Pero sin faltar.
Vale.
No hay nada tan fácil que no se pueda hacer mal:
En este vídeo podéis ver a Vainica Doble ejecutando, en la peor de sus acepciones, el tema mencionado. En el vídeo uno espera que, en cualquier momento, aparezca una pareja de la guardia civil a detener al bajo. Como la grabación de la ejecución fue interrumpida, no es de descartar que tal hecho se produjera en su momento:
En este vídeo podéis ver a Vainica Doble ejecutando, en la peor de sus acepciones, el tema mencionado. En el vídeo uno espera que, en cualquier momento, aparezca una pareja de la guardia civil a detener al bajo. Como la grabación de la ejecución fue interrumpida, no es de descartar que tal hecho se produjera en su momento:
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