lunes, 24 de febrero de 2020

Epístola psicológica


   Suelo en facebook entrar a ciertos trapos, a muy pocos, pues sin mesa de mármol y café los debates pierden mucho. Aquellos a los que llevo la contra pueden considerar mis objeciones como una muestra de respeto, pues es tiempo que no dedico a cualquier persona ni opinión. A veces es una entrada o sugerencia mía la que da origen a debates más o menos largos, más o menos sustanciosos, como es el caso de esa frase con que se abre este artículo, y luego lamento que ese esfuerzo y esas reflexiones queden allí perdidas. A veces, alguna de estas epístolas ha sido redactada como respuesta a alguna opinión estimulante, de forma que es bueno que aquí queden.

    Esa cita resaltaba el problema de que las ideas sean refractarias a la realidad, y contestanto a un comentario en el que reconocíamos que es algo que a todos nos sucede, veo que me sale una respuesta que es una reflexión demasiado larga para dejarla escondida allí. Contesto ahora, pues, con mi brevedad habitual.
-o-o-o-o-o-o-o-
    Creo que sí, todos somos así, unos más que otros, efectivamente. Gran parte de los militantes o los forofos defensores de unos u otros partidos lo son especialmente. De una forma desesperante y sin arreglo. Almas sometidas, inteligencias (grandes, pequeñas o nulas) entregadas a la justificación acrítica de cualquier cosa. No dar armas al enemigo. Mejor no entrar en ese teatro, que es lo que cada día hago más, callarme, salvo cuando callar duele demasiado, pues te toman por tonto al pensar que no hay posible contestación.

    Ni se escucha para entender, sólo para rebatir indefectiblemente, ni se admite de antemano la posibilidad de que el otro tenga algo de razón, que siempre la tiene en parte, ni se argumenta para convencer al oponente, sino para reafirmarse uno mismo. Esa forma de no dejar resquicios, de estar de acuerdo en todo con lo que de cada uno espera su grupo de referencia, muestra en el fondo debilidad, la idea de que si dejas grietas se te desmorona un invento que sabes dudoso. Las ideas como muelas que no deben moverse. Caemos en un diálogo de sordos. Como, si acaso, escuchamos más para responder que para comprender la postura contraria, tras cada argumento del contertulio, cada cual sigue con su letanía por donde iba.

    Además el argumento no es nunca convincente, pues las ideas, que salen de los sentimientos o de la adscripción a la tribu protectora más que de una reflexión personal, (que pocas veces se produce), son así refractarias a los datos y a la realidad. Cada uno rastrea noticias, libros, artículos, memes y argumentos que le den la razón y desprecia o pasa por alto todo lo demás. En la burbuja se está calentito.

    Creo que hay que hacer más un acercamiento psicológico (a veces psiquiátrico) de por qué se tienen (tenemos) ciertas ideas y la causa de esa forma de defensa que no se para ante lo incierto ni ante lo peligroso. El pensamiento conservador casi siempre ha sido dogmático, el de algunas izquierdas antiguas, no las que cayeron y caen en totalitarismos dictatoriales que no son las menos, valoraban la crítica, el ir un poco por libre y desentonar. Hoy ya no, son igualmente ovejunas, piensan y actúan en bloque y en nada se diferencian los reaccionarios de izquierdas de los de derechas, puro clericalismo. Unas momias ambos. No hay más que ver qué acaban defendiendo. Caen las orillas de unos y otros en extremismos dogmáticos que se alimentan mutuamente. Por ejemplo el empeño de cierta derecha por hacer problema de ideas y posturas ya metabolizadas por la sociedad, una vuelta al pasado, o la postura desconcertante del "progresismo" acerca del pronunciamiento insolidario y elitista que ha sido el procés de Cataluña. O las desafortunadísimas declaraciones del líder de la UGT, que mejor estaría exterminando gambas y otros crustáceos, que es lo suyo, que ofendiendo a los agricultores. Todo sea por la causa. Una vergüenza. Y la izquierda más entregada, presta a lucir argumentario para salir apoyando lo indefendible. Ridículo y penoso. No conocen, se conoce, más agricultor que el duque de Alba y los Domecq. En el lado opuesto y con mimbres similares, damos con el pin parental y todos entretenidos. De oca o oca, ahora toca la Iglesia y las inmatriculaciones, que lo de Franco ya no da más de sí, no lo podemos desenterrar otra vez, y a la peña hay que darle tema y alimento. ¿Podría alguien tratar de algo que interese y preocupe a la mayoría?

    Lo del acercamiento psicológico no lo digo por hacer una frase. Algo había estudiado de psicología en la carrera, pero ahora he vuelto a leer cosas nuevas, por ejemplo sobre la construcción del pensamiento moral en los niños, y todos los estudios muestran que las ideas éticas y morales se forjan desde una adhesión afectiva, emocional. La reflexión viene después, siempre al servicio de justificar lo que ya habíamos elegido. Llevaba razón Hume, el razonamiento como esclavo de las pasiones. Es decir, pensamos para darnos la razón a posteriori, pues nuestras razones salen de las tripas y de las del grupo de pertenencia, un filtro coloreado del que es casi imposible desprenderse. Cerebros de derechas y de izquierdas, simplificándolo mucho, idea que vengo rumiando desde un café con mi querido y admirado maestro, Daniel Sáncuez Ortega, que me la sugirió.

   Luego está la peculiar forma que tenemos de entender la democracia. El pueblo ha dicho que... (Póngase aquí exactamente lo que nosotros pensamos, que casi nunca es lo que el pueblo ha dicho). Si prácticamente, tanto en Cataluña como en el resto de España o en el Reino Unido, la población está partida mitad por mitad, el ganador o la coalición más o menos hilvanada debería saber que lo ideal, aunque inasumible, sería reconocer que imponer su programa máximo va en contra de la opinión de la mitad de los votantes, (o del 90%, como vemos en casos de decisiones a propuesta de quien sólo obtuvo el 10% de los votos, no digamos de una minoría regional, mínima pero decisiva). Todos deberíamos ser más modestos y democráticos. Pero ahí entra eso de la superioridad ética. No sólo hemos ganado, aunque sea por los pelos y encaramados a otros, la ética y la razón están en nuestro bando, que el resto o son unos fachas o, si fuera al contrario, unos antisistema que vienen a destruírlo todo. Ni agua para ellos. Nombremos para cada puesto el sujeto a mano de pensamiento más extremo y sectario en el tema, que hay que marcar paquete ideológico y, a falta de dinero, centrémonos en medidas baratas pero de postín. Creemos la ilusión de que avanzamos, aunque gran parte de los ciudadanos se queden atrás, no se sientan concernidos por nuestras propuestas, sentidas como una agresión a quien piensa distinto, la otra mitad. Tenemos a nuestro favor, piensan, que hemos conseguido que nuestras ideas sean indiscutibles y deben ser adoptadas en su integridad, sin críticas, sin matices ni dudas. Luego, cuando otros ganen, no tendrán más remedio que hacer lo mismo, intentar desmontar imposiciones, que aquí se viene a sufrir por turnos.

Han conseguido entre todos desmontar en pocos años lo edificado en decenios, con sus enfrentamientos y descalificaciones y a menudo poniendo sobre la mesa y como problema temas que creíamos ya superados. O enfrentando entre sí variados grupos de víctimas, dividiendo así a la sociedad y desentendidos cuando no atacando cualquier símbolo, recuerdo o idea que pudiera servir de unión. Imperdonable. De nuevo estamos partidos en dos. Gobierne quien gobierne, la mitad del país pensará que se gobierna en su contra. De ellos depende mostrar que no es así.

No hay comentarios:

Publicar un comentario