sábado, 7 de junio de 2025

Index

Es natural que la actual curia socialista haya incluido a The Objetctive en el primer lugar de su Index Librorum Prohibitorum. ¡Vade retro, Satanás! También, en esa lógica de pertenencia religiosa, se sigue que los acólitos hayan aceptado el ‘sea anatema’ prescrito y abominen de lo que allí se publica. Los ves persignarse a la vez que reprochan e intentan descalificar a los infieles que lo leen y manifiestan su acuerdo con algunas de las opiniones heréticas que en ese medio se publican. No es que se pongan a rebatir datos y argumentos, no; eso sería arduo, aparte de que requiere tenerlos mejores, que no suele ser el caso. El ministro Puente lo llama, con su habitual elegancia de neandertal, “El Ojete”, la parroquia se ríe y el problema queda resuelto y las críticas desactivadas. Al menos, eso creen.

Antonio Caño fue despedido fulminantemente de El País a raíz de un artículo premonitorio que —troppo vero— describía con demasiado acierto y crudeza el perfil de un político que ya apuntaba maneras. Se quedó corto. Le siguieron otros, empezando por Juan Luis Cebrián, su director, luego Savater y una lista no corta de sus más destacados colaboradores, de Ovejero a Trapiello, siempre molestos. Hoy, como ha ocurrido con algunos de los mejores periodistas del país, algunos de los citados escriben en The Objective. Un lujo. No se les rebate. Es difícil hacerlo. Mucho menos que intentar descalificarlos por el medio en el que publican: les mueve el rencor, añoran sus pasados momentos de gloria y su anterior influencia, están al servicio de las fuerzas oscuras, son unos fachas. Ese es el argumentario. No es necesario señalar en qué se equivocan, qué datos falsean, qué mentiras cuentan. No, simplemente escriben donde no deben. Son unos apóstatas. En realidad lo que se les pide es que se callen, que no importunen.

Gran parte de la anterior dirigencia del partido ha manifestado su rechazo a algunas de las leyes y medidas con las que Sánchez ha ido pagando (con lo que era de todos) los votos que en cada momento iba necesitando, dado que perdió las elecciones y necesita ir haciendo un continuo encaje de bolillos de cesiones a chantajes, pagos, equilibrios, engaños, regates, promesas de pillo a pillo y balones adelante. Indultos, amnistía, blanqueamiento de delincuentes, condonación de deuda a los que usaron el dinero de todos en financiar un proyecto partidista y delictivo, financiación singular para los más privilegiados y desleales, palacete por aquí, cesiones de competencias que deberían seguir siendo exclusivas del Estado por allá, modificación del código penal para eliminar el delito de sedición, reforma a medida del delito de malversación… Lo que en cada momento haya sido menester, barra libre. A los reproches a esa deriva, a los casos de corrupción o al recurso a las cloacas para intentar amordazar bocas, se unen algunos dirigentes actuales, como Page o Lambán, poco dispuestos a recibir en su culo las patadas merecidas por su jefe, o Madina, que hace unas declaraciones mostrando una decencia a la que el partido no nos tiene acostumbrados. Les dan por todos los lados, incluso arriman la tea de socarrar herejes muchos que para hacerlo abandonan su silencio habitual, cómplice y vergonzoso.

Los párrocos se ponen de los nervios y cada uno en su capilla lanza sermones apocalípticos y condenatorios: ¡Arderéis en los infiernos, malditos! El señor-ito no perdona los pecados de soberbia, de desacato, de desobediencia, de falta de lealtad. Lealtad entendida en el sentido estalinista, concepto que, si lo buscas en Google, se explica así: «La "lealtad estalinista" se refiere a la adhesión incondicional al líder y las políticas de Iósif Stalin, así como al culto a la personalidad que se desarrolló en torno a él. Implica la completa subordinación a la voluntad del estado y la represión de cualquier disidencia o pensamiento crítico".

 

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