Leo un artículo de Lluis Basset sobre Draghi y su
discurso como nuevo jefe del gobierno italiano y... me da mucha envidia de
Italia. Fíjate tú. Dice Draghi, que ya salvó el euro y ahora va a intentar
salvar a su país con un gobierno de unidad nacional aquí tan necesario como, por ahora, inimaginable: “Sin
Italia no hay Europa. Pero fuera de Europa hay menos Italia. No hay soberanía
en la soledad. Solo hay el engaño de lo que somos, el olvido de lo que hemos
sido y la negación de lo que podemos ser”. “Hoy la unidad no es una opción, la
unidad es un deber. Pero es un deber guiado por lo que estoy seguro nos une a
todos: el amor a Italia”.
Si alguien dice algo así en el parlamento estepaiseño
o en los virreinales una de dos, o lo toman por loco o por facha. Seguramente
se le supondrán ambas virtudes.
Como miembros de la misma familia que somos, primos
hermanos mamones de Luperca, que siempre del Mediterráneo y luego de Roma
venimos, se nos parecen los italianos en muchas cosas, pero son muy diferentes
en otras. Están acostumbrados nuestros primos de leches remotas a cambiar de gobierno, incluso
a vivir sin él, a tejer pactos aquí inverosílimes, a veces al filo de la
navaja; a mezclar el agua con el aceite sin los grumos que aquí nos salen en estas
mezclas difíciles. No le cogemos el punto a esos alliolis. Será porque usan nuestros
próceres la mano del mortero para arrear porrazos al contrario, incluso al socio.
Y ponen la cocina y el parlamento perdidos. Además, con el testuz lleno de
chichones y mataduras no se piensa más que en devolver los golpes. Y en ello
están gran parte del día y de los días.
Tienen casi todo lo bueno y mucho de lo malo que aquí tenemos, empezando porque la justicia aún se imparte a base de latinajos. Y que nos gustan las calles, hasta el punto de que todos dicen que son suyas. La quemé porque era mía, puro machismo criminal. Como nosotros, tienen sus extremos y sus locuras, siempre muy creativos y ocurrentes. Sus payasos, será porque inventaron el circo, sus antisistemas incrustados en el sistema del que reniegan, pero cebados por él. Otros mamoncillos. Nada tienen que envidiar los nuestros a sus grillos y sus mantis, a sus fieras en sus circos, sus cigarras y sus hormigas, sus lobos y sus corderos, sus pavos reales y sus cotorras, sus buitres y sus cerdos, sus tenias, unas solitarias, otras societarias y arracimadas. Sin salir del reino animal tienen en el foro, como aquí, señoritos abonados al palco, imbéciles con balcones a la calle, xenófobos, cabrones con pintas, cantamañanas y abrazafarolas de uno y otro pelaje, con su verborrea, su desvergüenza y su canesú. Y, además, la mafia. Varias. Y allí están, los reyes del diseño, siempre unos artistas. Nos dicen, (Andreotti refiriéndose a nuestra política), que aquí manca finezza, y se quedan cortos. Aquí tenemos gerifaltes que son neurocirujanos operando con legona. Y algunos pacientes aplaudiendo la suerte y diciendo que con qué mejor
Pero cuando pintan bastos en Italia se ponen de acuerdo, a veces en el último
segundo, ya asomados al barranco. Y se sacuden a los extremos, esos insectos
dañinos que les caen en el hombro a las democracias, las parasitan, chupan de
ellas todo lo que pueden, las infectan y las hacen peores, las cuestionan y las
ponen en peligro. De palabra o de obra. Un hereje está bien en su secta, pero
no en la conferencia episcopal.
En Italia se ponen a las cosas, ese consejo que un Ortega y Gasset escaldado
dio a los argentinos en 1939. Aquí nuestras cosas vienen siendo el Hasél, el
impostado e inexistente problema de los estudios de la infanta, o el inoportuno
de si monarquía, república o directorio, si son presos podencos o políticos
galgos, si nos vamos de la sede, como el que deja un hueso en un santuario
creyendo dejar con él la artritis, si nuestra democracia es de recibo (o de
albarán) o si la podemos estropear para que deje de serlo. Si la caja de estos
era A o B y la de aquellos C o D, a ver quién está pagando la niñera, si odiamos al que debemos de odiar o no
atinamos al elegir, si nos ponemos de acuerdo en qué hay que olvidar y perdonar
y lo que no; si al dar por bueno que alguien se crea Napoleón debemos también alojarlo
en las Tullerías y luego enterrarlo en la iglesia de los Inválidos, si a esta
ley le buscamos opositores porque no la hemos presentado nosotros, si Jack el
destripador era o no era un hombre de paz, si la libertad de expresión se
amplía a adoquines, teas y saqueos, si los okupas existen o es ilusión, si la
violencia policial en los disturbios debe ser proporcional a la de los vándalos
o si sería necesario y más razonable que fuera mayor, como poco disuasoria, a
menos que queramos contemplar con interés deportivo quién gana, cuando está
claro quién necesariamente tiene que ganar. Salvo los que se ponen en corto respecto a la democracia, que los hay, y bien situados, hasta excelentísimos. Si gastar millones de dineros
públicos en financiar los desvaríos de mi secta,como viene ocurriendo decenios en Cataluña, es malversar, robar o es gasto corriente, si aquella asonada parlamentaria, entre surrealista y alucinatoria, fue golpe o gachapazo, si
la justicia debe de ser independiente o lo suyo es que dependa de mí, etecé,
etecé. Esas son nuestras cosas, una pequeña muestra de ellas. Las que nos entretienen.
Estos son (o quieren que sean) nuestros dilemas, entre otros que, como decía el
físico teórico Wolfgang Pauli acerca de algunos argumentos estrafalarios: ni
siquiera son falsos.
Que pena, Pepe, que no exista ya «La Codorniz». No es que allí aprendiera yo a leer, pero sí lo que era un humor inteligente. Aún conservo en casa —los compré después— un par de libros de Chumi Chúmez. Podrías haber publicado algo en un medio como ese. Y hubiera llegando a más gente (perdón, a más personas, que siempre ha habido clases, de nuevo con perdón). ¿Te gustan las frases de políticos? A mí una amiga, mayor que yo, que ya es ser mayor, me contaba que su padre le contaba que, en el Sabadell pre-republicano, hubo una vez un alcalde muy popular que, cuando los obreros de las manufacturas textiles salían en plan huelga/bronca y de acercaban al ayuntamiento él salía al balcón, los escuchaba y luego ordenaba: "¡Que salgan los músicos!". Y salían los de la charanga que a tal fin tenía ya preparada, y entonaban sus melodías, y la gente se olvidaba por un momento de sus cosas y echaba sus bailes y todos tan contentos y luego a casa, reivindicando, pero sin males mayores. Pero claro, aquel era un alcalde con estilo y aquellos, anarquistas de pro. No sé si será del todo verdad, pero me fío de la fuente.
ResponderEliminarNo me imagino ahora, desde luego, a ningún político haciendo eso; ni a los de la kale borroka barcelonesa en otros menesteres que no sean la pura excusa para destrozar mobiliarios y propiedades ajenas. Un abrazo.
Muchas gracias, querido Ferdinandus. No creo que hubiera —de hecho no hay— gran interés en publicar mis escritos. De haber alguna posibilidad remota sería en un medio así, como La Codorniz, aunque tampoco existe ahora mada equiparable, que me vendría grande. Empezando por la extensión de mis escritos, tal vez excesiva en un mundo de prosas, urgencias, lemas y twits. No llegan a demasiada gente, ni siquiera a demasiadas personas, (ja,ja,ja...), pero sí a las adecuadas. No aspiro a más.
EliminarMe encantan los chistes, todos. Y mucho los de políticos pues el humor a veces es la única forma de enfrentarse a ciertas actitudes y comportamientos. Además es un mundo que produce (y atrae) una clase de personajes variadísima, seguramente injustamente tratada, porque entre ellos hay de todo como en botica. Pero es un mundo en lo que flota no es lo mejor, un medio cruel, en el que el peor enemigo es el compañero de partido, y en el que medran ejemplares de lo más indecente que produce la sociedad, poues es terreno abonado. Es lo que da la mata, tampoco podemos esperar viendo el percal que nuestros políticos sean mejor que la media de nosotros, aunque sería deseable. Mi hermano fue alcalde de Albacete, conozco la cosa desde cerca y lo único que aprendí es a saber que las cosas son de cualquier forma, menos como nos las cuentan. Se sufre mucho, a veces de forma injusta. Pero es inevitable porque lo sabemos todo de ellos y, por otra parte, mucho nos hacen padecer a los demás, y están precisamente para evitarnos padecimientos.
Esa anécdota es buenísima y no hay motivos para dudar de que sea cierta. Yo he vivido una muy parecida. Mi colegio estaba casi pared con pared con la Dirección Provincial de __Educación y Cultura. El Ilmo. Sr. Director Provicnial era a la sazón el paisano Marcial Marín, luego Consejero del ramo en la Junta de Comunidades. Venía del mundo empressarial, cámaras de comercio, dirección de equipos y contabilidad. Cospedal lo pueso precisamente como contable. Su actividad se limitó a ajustar cuentas, a ahorrar, a redicir gasstos y plantillas. Los recortes mñás duros de aquella época en la que en ningún sitio fueron blandos. Comisiones Obreras organizó una manifestación de protesta en la puerta de la Dirección Provincial, al lado de mi escuela. Además de las pancartas contrataron un banda de música no muy grande, pero suficientemente potentet, que interpretó varias veces el famoso pasodoble "Marcial, eres el más grande" acompañando a las voces de los manifestantes, socarrones pero pacíficos y educados como a docentes corresponde.
Por aquella época, yo era del director de mi colegio y solía poner en el despacho, bastante fuerte, ese pasodoble finamente interpretado por la banda de Liria. LOs que pasaban por la planta baja solían unir sus voces a los sones de la banda. Nunca llegó nadie a sacarme a bailar.
Tengo por aquí otra epístola sobre las elecciones catalanas que se me ha pasado publicar, que me prodigo demasiado. Seguramente la incorporo al corpus epistolar.
Muchas gracias una vez más por tu comentario. Un abrazo.