lunes, 20 de noviembre de 2023

Epistolilla mural

 

En las Cortes de Cádiz, discutiendo acerca de la Ley de Imprenta, unos defendían la libertad de prensa, los liberales, otros preferían limitarla, controlarla. A estos últimos se les llamó "los serviles". Con la igualdad y otras minucias ocurría lo mismo. Hoy, dejando aparte los discursos, los lemas, los relatos y los alucinantes preámbulos de algunas leyes en las que se ha llegado a atacar a la oposición desde el BOE, sería un tema muy bonito, como el del libre albedrío de Amanece que no es poco, deslindar quién defiende y quién no la libertad, la igualdad, la solidaridad, la separación de poderes, el respeto a la ley y otras cosas importantes. Y, sobre todo, quiénes son hoy los serviles.

 También habría que dejar aparte las ventanas de Overton, las disonancias cognitivas, los tópicos y las superioridades morales imaginarias de no pocos hooligans de la política. Pocas lecciones pueden dar. Desde sus reductos y sus burbujas, procurando su abrigo, que pocos se atreven a salir de allí a opinar, pontifican y predican a su entregada peña, atribuyendo a los demás sus propias miserias. Dividen, demonizan y enfrentan, mientras acusan a los demás de polarizar y de deshumanizar al adversario. Ya nos han dicho que para conseguir esa concordia que falsamente dicen perseguir, algo buscado, al parecer, sólo con delincuentes, van a hacer un muro y el señor presidente colocará un ladrillo más, aunque no el primero, pues llevan ya años levantando el tabique con los planos de algún animoso antecesor.

 —¡Pum, pum! ¿Quién es?
—El gusano y el ciempiés. (Y el Puigdemont).
—Abre la muralla.
—Pum, pum, quién es?
—La igualdad, la justicia y la ley.
—Cierra la muralla.

 Un muro no como el de Trump en México ni como el de Berlín, pero un muro. Tras él quedará «la derecha», aislada, como debe de ser, un peligro, pues hay que evitar a cualquier precio que se pudiera producir ni ahora ni nunca una indeseable alternancia, haya que pactar con Dios o con el diablo para evitarlo.

Así, a este lado del muro, descojonándose de risa a coro con el doctor Sánchez, quedarán los buenos y los regulares, incluso alguno malo, para qué engañarnos, pero ahora de los suyos, que a todos nos ha costado un Perú su compra; al otro lado el peligro fascista, así, al montón. ¡Por Dios, —se dicen— que no nos falte algún exaltado tan fanático como nosotros en alguna manifestación, que se nos jode el relato del miedo!

 Algunos decían con la boca pequeña que envidiaban una derecha homologable con la europea, sin ser capaces de entrar en sutilezas ni acertar a poner un ejemplo. Algo diferente a este contubernio atroz que dicen tener enfrente, un hatajo de fascistas. Una masa de descerebrados desafectos al régimen al que sólo falta llamar confabulación judeo-masónica, aunque todo se andará al paso que vamos. Lo de crear el cargo de presidentísimo aún no se les ha ocurrido, al menos decirlo. De la casta eran, el PP-Psoe que etiquetaban los más rabiosos y pintureros, hoy socios imprescindibles, esos pocos restos que ya hace tiempo que huelen a cadaverina; tras el abrazo de Judas y las cuarenta monedas de la nómina, se pasó al trifachito, luego a la extrema derecha y a la derecha extrema. Y en esas estamos. Mentían, como siempre. Sería un ejercicio inquietante para tales analistas el preguntarse con qué izquierda es homologable la que ellos representan. No se lo diré porque hay verdades que duelen y, en el fondo, a algunos, aunque no a demasiados, los aprecio. Me pondré un zócalo de ron para que se me serenen los ímpetus.

 Tras ese muro en construcción imaginado para dividir el país si no lo está ya, se van ubicando millones de españoles que hace poco tiempo se hubieran quedado en el otro. Pero a muchos en sus filas, incluso a destacadísimos militantes, hasta no hace mucho altos cargos socialistas, ya les da vergüenza tragar ciertos sapos y seguir diciendo a coro que saben bien y pasan a engrosar el rebaño de los fachas, según los sexadores del partido y la compaña. Vergüenza ética e intelectual que se llama. Gran parte de los socialistas callan. Algunos de los albañiles y canteros más cafeteros, que no les suelen votar pero se agarran a ellos como lapas para tocar pelo gubernativo, en un derroche burdo de disonancia cognitiva, falta de sutileza y desdén, a quienes no les apoyan en las urnas les llaman serviles, sumisos, ignorantes, cortitos, poco leídos, energúmenos, que lo de fachas ya nos da la risa floja a todos. Y se lo achacan entre balidos haciendo resonar el gangarro. Como originales tampoco son, siempre recurren a los tradicionales y manidos lamentos porque “los pobres, unos gilipollas desclasados, no votan ya a la izquierda”. Por algo será, alguna culpa tendrá en tal deserción eso que siguen llamando izquierda sin serlo, aparte de que a los pobres lo que les falta es dinero, pero muchos sí tienen neuronas y la vergüenza que a quienes se lo reprochan les falta. Una vez que se da por bueno que hay que votar a la contra de alguien que se perciba como un peligro para la democracia, ¿de qué se extrañan? ¿Tiene hoy la democracia en España  mayores enemigos que ellos y sus socios y apoyos? Eso es lo que ha llevado hasta a Leguina y a varias docenas más a taparse la nariz y proponer que se vote contra el que fue su partido hasta que lo expulsaron por discrepar. ¿Cómo puede funcionar y no desmoronarse un país en manos así?, se preguntan, refiriéndose a cualesquiera que no sean las propias. Hay que evitarlo a cualquier coste. Como han quedado en que somos tontos, no nos daremos cuenta del tocomocho. Lo malo es que sí que nos damos y cada vez somos más los que nos hacemos esa misma pregunta respecto a la suyas.

Para su desgracia, me refiero a la de estos fanáticos con retrogusto totalitario que no frecuentan el espejo, a este lado del muro donde quisieran ver aislada a esa media España que desprecian y demonizan, reprochando a sus adversarios lo que ellos cometen, queda una parte relevante de la inteligencia, del decoro, de la moderación, de la institucionalidad y del respeto a la separación de poderes, a las leyes y a las instituciones. También de las organizaciones civiles, asociaciones profesionales, gran parte de los jueces, fiscales, abogados del Estado, Tribunal de Cuentas, funcionarios de Hacienda y multitud de contribuyentes, ferroviarios, gremios y colectivos varios. No diré que toda la inteligencia que reflexiona, no soy como ellos, pero sí muy numerosa, si no mayoritaria, está en esta chusma, a su pesar. 

Siendo muchos, es cierto que, además de fachas, somos cortitos, sólo decimos verdades de Pero Grullo, pero no nos gusta que nos chuleen ni nos engañen. Dicen que leemos poco, que hasta analfabetos se atreve a llamarnos algún bandarra con anteojeras, aunque está claro que hace tiempo que mejores cosas y, a veces, hasta pensamos. Sólo Ovejero es mejor que todos ellos juntos. Y Trapiello, y Reverte, y Félix de Azúa, Daniel Gascón, Dudda, Françescs de Carreras, Pablo de Lora, Boadella, Escohotado y muchos miles más. Por eso procuran no leer nada que pudiera inquietar su 'convicciones inamovibles' y, cada vez más a menudo, indefendibles sin apuntalarse la cara. Sobre todo cuando, tras una vida de pétrea incuestionabilidad, las cambian por las contrarias cuando así conviene o se les manda, hasta hacer dudar de que alguna vez hayan tenido algo parecido a convicciones. La única operativa es la de que sólo ellos deben mandar, por la gracia de Dios o por la del diablo. Y claro, limitándose a rumiar en la parroquia y a leer sólo sus códices y sermones, entre telarañas y robines, no pensarán representar la vanguardia de la intelectualidad.

 Difícil gobernar en contra y a la contra de media España, curiosa forma de promover la concordia nacional, como curioso es un progresismo que consiste en pactar con carlistones, meapilas y xenófobos insolidarios, entre otros forajidos, para retrotraernos políticamente muchos decenios. A menudo por volverse obispos prescriptores de una moralina vacua que, a pesar de que crea más rechazo que adhesión, tan terca como inútilmente, intentan imponer a base de decretos-ley. Por no mentar la acreditada lealtad de sus apoyos y socios, en cuyas manos quedan, tan firme como la palabra de la parte contratante de la segunda parte. Presumen de ser capaces de llegar a acuerdos y pactos con cualquiera, en la peor de las acepciones de pacto y de cualquiera. Pero ni intentarlo con quien les ha ganado en las urnas, es decir, con quien representa la moderación de muchos millones de españoles más que las exiguas y extremadas minorías separatistas que les han vendido sus votos a cambio de imponer a la sociedad desvaríos, sueños y abusos que, encima, resultan incompatibles entre sí. Para esos millones que no les votan, después de asegurarles con hechos y con palabras que no gobiernan ni gobernarán para ellos, ahora un muro. Como para no resistirse. Los hijos de la Gran Bretaña, cuando había fuertes temporales que impedían navegar a la isla desde Calais, decían que el continente había quedado aislado. Pues eso. 

Sólo nos queda la esperanza de que Dios, escribiendo recto en reglones torcidos, le conceda a nuestro amado presidente esa capacidad que hasta él se consideraba imposible de alcanzar y mantener, y acabe engañando también a sus socios y apoyos, consiguiendo pasar a la Historia por haber sido el primero en engañar a todos siempre.

3 comentarios:

  1. Ese será tarde o temprano SU MURO de las lamentaciones.

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  2. Está bien que las cosas queden reflejadas negro sobre blanco, porque será la única manera de que pasado el tiempo , cada cual quedará reflejado en su espejo. Para algunos puede que sea como los que había en las atracciones de feria de hace cincuenta o sesenta años. Pura distorsión.

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    1. Sí, el tiempo da y quita razones, arranca caretas deja culos al aire, revela talantes y convicciones y deja a cada cual en su sitio. Vivimos en un perpetuo quién te ha visto y quién te ve y, al final, acaba sirviendo, al menos, para conocer, veces con sorpresa, que nuestra percepción acerca de quién era realmente demócrata y quién no, ovejuno o pensante, racional o sectario, sincero o falsario, entre otras miserias. ¡Cuánta impostura!, antes y ahora, cuántos dicen lo que haya que decir para no desentonar con la parroquia. Por eso, como dices, dejar las cosas por escrito, con sus riesgos, al menos te permite dormir tranquilo y mirar a los ojos.
      Un abrazo, querido amigo.

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