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Escribe Diego S. Garrocho en El País un artículo acerca de la política cultural del momento. No sé si en la España de los últimos decenios habrá existido en algún momento y lugar algo que merezca tal nombre. Se supone que, de existir, se trataría de un programa a largo plazo para elevar el nivel cultural de la población. Nunca ha sido ese el intento. Política cultural, la de las comunidades gobernadas por nacionalistas. Ellos sí han tenido un plan, perverso, pero un plan: han utilizado ese campo para ir plantando semillas identitarias cuyos frutos podridos (la diferencia impostada, el privilegio y el enfrentamiento) hemos ido viendo florecer desde hace ya bastante tiempo. Ahora andan de cosecha de lo plantado.
Ya lo explicó Ferlosio en su memorable artículo en este ¿mismo periódico? en 1984, lo que muestra que tanto la prensa como la cultura patria no han ido precisamente a mejor. Este es el último párrafo: «Pero estos gobernantes socialistas, que a veces gustan de proclamarse machadianos, o no han frecuentado mucho el aula de Mairena, o ya ni lo recuerdan. Cuando Mairena expuso su proyecto ideal de centro de enseñanza, contraponía claramente una posible Escuela Superior de Sabiduría Popular, como lo rechazable, frente a una posible Escuela Popular de Sabiduría Superior, como lo deseable. Así que lo que Mairena propugnaba podría, muy ajustadamente, designarse como elitismo barato, en el que, por afectar la baratura tan sólo a la actividad de la enseñanza, no al saber enseñado, la tal escuela podía permitirse concebir la aspiración de llegar algún día a hacer mayoritario ese saber. La política cultural de este Gobierno hace lo exactamente inverso al elitismo barato de Mairena: un populismo caro; mejor dicho, carísirno, ruinoso. Aunque, eso sí, "festivo y refrescante", sobre todo si en el concepto de refrescos entran también los vinos y licores.»
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Un hermosísimo artículo de Manuel Vicent, como casi todos los que escribe. En literatura, como en la política y en tantas otras cosas, a menudo la estética o la afinidad sustituyen al rigor. Para escribir un texto redondo a veces también hay que quedarse en la cáscara, dejando aparte la almendra. Sin entrar en disquisiciones teológicas, si todo es complejo, la fe, las creencias, las pertenencias, comunidades, intereses, ritos, mitos y costumbres, y todo lo que envuelve y conforma una religión, son inabarcables, menos en cuatro párrafos. De nada se ha escrito más que de religión, y muchas han sido las guerras que la han tomado como excusa y argumento, que cuius regio, eius religio (et mandatum et pecuniam), que no sólo ni principalmente de fe iba la cosa en la Reforma y la Contrarreforma. El asunto es más simple, por otra parte: o se cree o no. Es algo difícil, si no imposible, de racionalizar. Las liturgias, la belleza y el asombro de los templos, pinturas, esculturas y músicas, son un plus, un hermoso envoltorio, para unos hueco, para otros sólido y sustancial, no algo que haya que elegir a cambio de la fe, pues que la vista y arrope no implica que la impida o sustituya. La belleza nunca está demás. A veces, efectivamente, cuando todo se desmorona, es lo único que nos queda, lo único que había de valor.
Libros de este año. Aparte de los de Josep Pla y algunos ensayos imprescindibles, a destacar los escritos por mis amigos, que recomiendo leer: «Flores Secas» de Nieves Milagros Martín García, «El Gran Tour», de Juan Bravo, y «¡Pinta Acuarela!» de mi admirado y querido Laurentino Martí, uno de los mejores acuarelistas de España, si no el mejor. Un honor que haya incluido en su libro una referencia a mi blog Artimañas y dos acuarelas mías. Le dedicaré a este libro una entrada el blog.

Que lo normal es tener chaquetas de todos los colores en el armario es cosa sabida. Vemos que también abundan los que tienen gafas surtidas con filtros, colores, graduaciones, transparencias y opacidades variadas. El caso es ver las cosas como se quieren ver, nunca como son.
Sí, para futuro azote de volubles, veleidosos, inconstantes, oportunistas, vendidos y tornadizos voy guardando artículos, declaraciones y algunos vídeos. No sé si algún día habrá lugar donde esconderse, excusa que poner, viguerías para apuntalar la cara o vergüenza para ruborizarse. Han cambiado algunos tanto de parecer, han defendido con tanto fervor todo aquello en lo que nunca habían creído, siquiera pensado, que no me explico que puedan seguir creyendo que defienden algo noble. Lo que toque. Seguramente todos nos estemos equivocando en algo o en todo. Al menos que nos quede el consuelo de habernos equivocado solos, pensando bien o mal, no callando e inclinando el testuz para que no nos miren mal en la parroquia.
Oficialmente la primera embajada de la Historia es la de España en Roma ante los Estados Pontificios, de 1622. El reino de España abrió lo que también fue una embajada ante la Corte Imperial china a finales del siglo XVI, reinando la dinastía Ming, por medio de su Capitanía General de Filipinas. Hasta los finales de esa dinastía, las Españas habían importado bienes chinos por valor de 40.000.000 de pesos de plata, por medio del Galeón de Manila, la Nao de China, que cruzaba el Pacífico, entonces llamado Lago español, desde México hasta las islas Filipinas. Es la primera globalización mundial. Hasta Urbaneja se podía ir, pero no se sabia volver, nadie había regresado de esa aventura hacia Asia. Tuvo que descubrir la corriente de Kuroshio, que permitió el tornaviaje, el regreso a través del Pacífico. Y con ello, un secreto de estado, fundar un monopolio comercial que duró dos siglos y que llevó a China la tercera parte de la plata mundial acuñada en moneda española, los reales de a ocho, el dólar español, con sus dos columnas de Hércules. y que llenó la América española y la misma España de productos chinos. El símbolo es el mantón de Manila. Tenemos Historia demás, poco o nada conocida, salvo las etapas y episodios que pueden hacer de granero para hornear panes políticos e ideológicos coyunturales.
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