sábado, 11 de agosto de 2012

Epístola del HARA-KIRI


eo que el gobierno de Japón ha tenido que dimitir y convocar a los ciudadanos a las urnas tras una moción de censura presentada por siete partidos en la cámara alta, dominada por la oposición, después de haber superado en la baja una moción de confianza.
   El motivo de esta grave decisión, normal en Japón y otros países más afortunados y sanos moralmente que el nuestro, ha sido el incumplimiento de UNA promesa electoral, pues elevaron los impuestos al consumo (el IVA), algo que habían prometido no hacer.
   Y yo medito, reflexiono y me digo: ¡Qué envidia! Mi envidia no es sólo porque tal motivo, aquí diluido en un infinito mar de indecencias, lleve a dimitir a un gobierno. Eso ya es mucho. Indica un nivel ético y moral muy por encima del que pueden acreditar muchos de quienes han gobernado y gobiernan en España y en sus comunidades o ayuntamientos. Mis reflexiones me llevan un poco más allá. Lo que más envidio es que, frente a un gobierno que incumple una promesa de su programa, existan siete partidos con la suficiente autoridad moral y la conciencia bastante limpia como para poder exigirle que dimita por ello.
   Llevadas a España estas reflexiones se me saltan las lágrimas. ¿Quién podría hacer aquí tal cosa? ¿Quién tendría suficiente credibilidad y respaldo moral, no desmentidos por su anterior ejecutoria, para poder lanzar la primera piedra?
    ¿Vendría lanzada desde Valencia? En un hipotético juicio para depurar sus responsabilidades, tan exigible como impensable entre nosotros, la acusación contaría con sólidas pruebas de hormigón, no siendo las más escandalosas de ellas un aeropuerto con menos tráfico aéreo que Marte, una televisión con un presupuesto solo algo menor que algunas otras comunidades y, como consecuencia de cientos de chanchullos así, una deuda que nunca podrán pagar.
  ¿O vendría arrojada con tino por las manos de quienes acaban de dejar el gobierno de un país al que han llevado a la ruina y que se agazapan ahora, amordazados por su nefasta gestión anterior, no menos culpable que el consentir que los demás les superaran en derroche? ¿O tirarían desde Andalucía una piedra mientras son jaleados por los amigos y clientes a los que estos hipotéticos lanzadores prejubilaron de forma ilegal, falsa, indigna y lesiva para el interés común, puesto siempre muy detrás del propio? 
   Tal vez llegara la primera piedra desde Cataluña, lanzada con ira entre lágrimas de cocodrilo por supuestas víctimas del acoso económico al que el gobierno central les somete al no pagar las deudas que ellos mismos contrajeron. No echarán la culpa al gobierno anterior de su comunidad, también lapidable, que es quien con su despilfarro y clientelismo ha llevado a la antes próspera Cataluña a una situación tan ruinosa como la de las otras comunidades. No. Al tripartito ni nombrarlo que, al fin y al cabo, son de los suyos; la culpa es del resto de España, que les chulea.
   No se esperan piedras desde Castilla-La Mancha, Murcia, Baleares, ni de ninguna otra comunidad, con parecidos expedientes a las anteriores. Algunas podrían enviar una china, pero no tan grande como para hacer daño. Navarra y el país vasco tampoco lanzarían losas ni guijarros, quietos y procurando que en este momento económicamente desesperado para el resto nadie se acuerde de ellos, tan calentitos como están al abrigo de sus privilegios históricos, es decir, de una injusta discriminación positiva que, para más inri, viene de antiguo, renovados sólo muy recientemente y ahora llamados “cupo” o “concierto”, de forma más aséptica y musical..
    Tampoco están algunos mimados sindicatos estatales para participar en tal pedrea. Como bomberos, policías, médicos o maestros, no son sino otros funcionarios más de las distintas administraciones que con dinero público pagan sus sueldos, sus instalaciones y sus gastos. Con estos mimbres no es raro que se nos haya desfondado el cesto.
   Las decisiones políticas más importantes del país, desde su misma estructura hasta la aprobación de muchas de sus leyes, ha sido producto del chalaneo, del chantaje, de lo que aunque eufemísticamente presentado como negociación y consenso, siempre necesarios, no ha sido en muchos casos más que el indigno intercambio de los votos necesarios para seguir cada uno en su sillón. Las contraprestaciones a estos apoyos parlamentarios suelen traducirse en más dinero para quien los proporciona, un aumento en la porción de tarta para unos, en detrimento de la ración que a otros comensales debería corresponder, sin que se salve ni el niño, que está creciendo. 
    Más dinero público ha ido a tapar bocas que baches de las carreteras u otros agujeros contables. Al amigo le damos más por amigo, al adversario, para que como amigo nos trate. No se han inventado las circunferencias de 1600 grados, pongo por caso, que pocos me parecen para que cuadre el reparto de la tarta nacional,  y ya nos dejaron dicho en Babilonia que una circunferencia como Baal manda debe tener sólo 360. Por eso, he escrito anteriormente que una cartilla de Rubio, del número 2, la de sumar llevando, es ciencia que debería exigirse a quienes pretendan llevarnos las cuentas, no seguir llevándose de ellas.
   Vuelvo al ejemplo de Japón, con que iniciaba mis reflexiones. Señores diputados, nacionales y autonómicos, gestores de entes y empresas tapadera de sus deudas y refugio de sus parientes y paniaguados, exdirigentes y altos cargos de cajas de ahorros, consejos de administración de los antiguos monopolios malbaratados cuando pasaron a privadas y conocidas manos, que con tales puestos y sueldos ahora les recompensan, asesores todos, de ayuntamientos, ministerios y consejerías, por favor, haced lo que en la tierra del Sol Naciente hace tiempo que, con mucho menos motivo ya habrían hecho: ¡Dadnos una satisfacción y haceos el hara-kiri!

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