miércoles, 16 de noviembre de 2022

Epístola de la sastrería legislativa


—¿Cómo le ponemos a esto, tito? 
—Sujétame el cubata mientras escribo:
"Trasposición de Directivas Europeas y otras disposiciones para la adaptación de la legislación penal al ordenamiento de la Unión Europea y, reforma de los delitos contra la integridad moral, desórdenes públicos y contrabando de armas de doble uso". Además, lo endosamos por el procedimiento de urgencia, así evitamos los informes del Consejo de Estado y del Consejo General del Poder Judicial, un trámite necesario
 cuando se trata de una Ley Orgánica, pero engorroso. Nos hacemos lo despistados y nos los saltamos, que capaces son de ponernos pegas los de las puñetas. Andamos con prisas y no estamos para ponernos puntillosos ni estupendos.
—¿Metemos también ahora lo de la malversación y de perdidos al río? De todas formas, nos van a decir de todo menos bonito y, ya de paso, nos evitamos el cante de indultar a Griñán y el marrón con el héroe de Waterloo.
—No, paciencia. Ya presentará allí una enmienda Asens, Rufián, Echenique o el que se acuerde y les dejamos completo el ajuar de trajes a medida de la temporada de otoño-invierno. Los patrones los trae Rufián; se los cortó mosén Junqueras, que hizo un cursillo en el trullo. En el Parlamento les quitamos los pespuntes para la segunda prueba, levanta la mano el jefe de los grupos que están en el ajo y se aprueban estas costuras en un pispás. De Balenciaga van a quedar. Pura democracia pret-a-porter. Allí no bala ninguna oveja a destiempo, menos sabiendo que se están empezando a hacer las listas. Y la oposición que rabie, unos fachas, unos totalitarios, gente irrespetuosa con la Constitución, con los procedimientos y con las formas. Ni poner los jueces que queremos nos dejan, fíjate tú. Los que nos tocan, esos que, antes o después, tendrán que escudriñar y aquilatar la legalidad de estas medidas tan convenientes y tan progresistas que vamos tomando. Y, de oportunas, ni te cuento.
—¿Tú crees que colará la cosa? —dice el otro.
—Pero alma de cántaro, ¿Quién nombra al fiscal? ¿Y al juez? ¿Quién te pone o te quita en las listas en las plazas de salir? Pues eso. Aquí no rechista ni el Tato. Los barones sollozarán sus ¡Ay, qué disgusto que tengo! de rigor, que están en campaña, pero se les pasa pronto. Cada uno tiene su papel en la obra, pero el libreto lo escribe el jefe.
—¿Tú, de verdad crees que con estas sastrerías se conformarán o tendremos que resucitar el Estatut anticonstitucional o dejarles hacer un referéndum?
—Tiempo al tiempo, ya se verá. Cada día tiene su propio afán, menos el presi, que siempre tiene el mismo. Y, hasta que no tengamos al Supremo y, sobre todo, al Constitucional en el saco, no podemos echarnos del todo al monte.
¿Verdad que está la cosa más tranquila, tito?
—Pues dónde va a parar. Hay que vivir el momento. 

Así lo ven o lo quieren ver, mientras otros pensamos que siempre es mal negocio intentar apaciguar al matón. Darle algo de carnaza para que vaya comiendo. Cuando se le acabe pedirá más y mejor, vista la debilidad del que se la suministra. Siempre se pone el ejemplo extremo de Hitler. Igual con Polonia se conforma. Mira qué tranquilo que se ha quedado mientras hace la digestión. Pero es un procedimiento equivocado el de aplazar el mal definitivo admitiendo de entrada uno por el momento menor, pero avisador de lo que viene después. La insaciabilidad del que saca a base de violencia o de chantaje lo que no le corresponde. Negociar con el que abusa ya es consentir el abuso, compartir los derechos de autor. Es más, supone abonarlo, dejarle crecer con un desentendimiento cuando no un apoyo cobarde y venal. No suele acabar bien. Con los separatistas nunca ha funcionado otra cosa que la justicia y la trena, aunque también son de cartera sensible.

No hay nada que negociar bajo esos chantajes. Esa actitud dialogante con el que impone el marco y anticipa como incuestionable el resultado de unas negociaciones que no lo son, no es tolerancia, no es equilibrio, es ganar tiempo para acabar perdiendo la partida, un tente mientras cobras para continuar recayendo por esta cuesta abajo de cesiones sin fin ni retorno que nunca aplacarán a una fiera insaciable. Es rendición anticipada, es cobardía, es debilidad, es infamia.

Se agrava la cosa al maquinar una negociación como entre iguales, ya en principio improcedente, en despachos y covachas, hurtando al Parlamento su papel deliberativo y legislador. Desde los parlamentarios que han de votar las leyes hasta algunos miembros del gobierno se enteran por la prensa de qué es lo que ‘libremente’ en las cámaras deberán aprobar. Lo que unas cuantas personas hayan acordado en un despacho. Una parodia burda de la democracia y del parlamentarismo para cometer una tropelía jurídica que martiriza las leyes en potro parlamentario. Luego acusarán a otros de debilitar el sistema, se quejarán de que han heredado una democracia imperfecta, lógica degeneración, gracias a estos farsantes, del perverso régimen del ’78, en cuya demolición con tanto celo trabajan. Pocos dudan ya de que nuestra democracia es hoy, gracias a estos irresponsables, mucho más imperfecta de la que heredaron. El estado de derecho establece unas limitaciones legales al ejercicio de los poderes. Desmantelar esas barreras según convenga no es cosa que pueda nombrarse con ninguna palabra positiva o agradable. Elija cada cual la que considere adecuada.

Confunden la siempre peligrosa razón de Estado con una mezquina y circunstancial razón de gobierno. De  este gobierno. O, peor aún, con las razones y necesidades de una ambición personal dependiente de estos contratos con sus socios y apoyos, ninguno de ellos especialmente interesado en nada que sea común y que garantice la pervivencia de una nación unida e igualitaria. La mesa de sus negociaciones es un mostrador. El de una tienda, una sastrería, un taller de corte y confección, donde todo el género está en venta, y ahora en período de rebajas. Lo que unos venden y otros compran no les pertenece a ellos, sino a ese pueblo al que desprecian y estabulan en corrales identitarios cada vez más estancos. Haciendo tratos con delincuentes no es de extrañar que los acuerdos sean más que cuestionables. Sin rubor se mercadea con una anunciada desjudicialización de la política, de la suya, la de los golpistas, un eufemismo (fracasado por transparente) de la impunidad que acuerdan. Luego vienen los argumentos, las razones, las excusas.

Esto ya estaba previsto, un precio que ven asumible porque era necesario para ellos, aunque perjudicial para el país. No nos insulten con fabulaciones y patrañas como es decir que se trata de armonizar nuestra legislación con la europea, o que simplemente desean poner al día figuras legales obsoletas y antañonas, que si tal y que si cual. Entrar a rebatir tales falacias y engaños sería elevarlos a la categoría de argumentos y razones, concederles una realidad que no tienen. No hay nada que argumentar, nada que rebatir. Todo es engaño, teatro, compra y venta. El Parlamento votará lo que se les lleve acordado en otros foros menos institucionales y así se dará un barniz democrático y un amparo legal al pactado desmantelamiento de las pocas defensas que al Estado le han dejado frente a sus enemigos, muchos de ellos sentados en esas mesas de contratación, algunos dirigiendo grupos o grupúsculos parlamentarios, facciones o familias.

Da vergüenza ajena ver cómo algunas personas que algún día nos merecieron respeto acuden sin rubor a defender estas infamias. En las alturas y en las bajuras, en la prensa y en los foros. El Sánchez Cuenca, como acostumbra, es para nota. Chatarra argumental rendida a la ideología e inmune a la razón. De ahí para abajo, suduáduá. Se les esperaba, como siempre; incluso es ocioso analizar sus ya previstos discursos de argumentario. Estos mariachis y palmeros ya lo hacen sin esfuerzo, sin sentirse ridículos al interpretar ajenas partituras y cacarear las homilías escritas por sus obispos. La práctica y la costumbre ayuda mucho y no se han llegado siquiera a plantear qué pensarían si otros fueran los que obrasen con este talante y perpetraran abusos similares. Muchas armas van a dejar al enemigo. Menos que argumentos con que condenar lo mismo que ahora aplauden, cuando sean otros los que hagan cosas similares, empezando por deshacer estas, aplicando las formas y la barra libre que los suyos han creado. Nada es para siempre y muchos deberían haber escarmentado, pillados por cepos que habían colocado para los demás.

Si fuese cierto algo de lo que aducen mientras cortan y cosen un traje legal a medida de los golpistas del procés, si tuvieran la menor intención de evitar futuros pronunciamientos, si el propósito de unos, facilitado por la dejación de otros, no fuera desarmar legalmente al Estado en lugar de reforzarlo como debieran, cosa que ni siquiera fingen pretender, es decir, si fuesen unos gobernantes decentes, recuperarían en primer lugar la figura de convocatoria ilegal de referéndum, oportunamente eliminada por el principal amplificador, si no creador de estos problemas, el expresidente Zapatero, de triste recordación. Eso, entre otras mil cosas incumplidas, nos prometieron hacer.

El Supremo juzgó con las leyes que le dieron. Las que le dejaron con las uñas cortadas. Y es cierto que los jueces carecían de figuras legales adecuadas al caso, dada la inactividad suicida del pasmarote de Rajoy y la creatividad de los separatistas para dar un golpe posmoderno, no necesitando recurrir a la violencia para ocupar un poder que ya ejercían. Fue su criminal desempeño, empezando por una prevaricación continuada durante años, lo se intentaba castigar, pues fue gravísimo y totalitario, aunque hoy trabajen del brazo gobierno y otros amparadores o representantes de los delincuentes en diluir y rebajar intenciones, hechos y delitos. Es la justicia quien se excedió, nos vienen a decir.

Por eso, si pretendieran desalentar y evitar, en lugar de hacer más amplias y menos riesgosas las puertas para futuras intentonas, redactarían figuras legales que se ajustaran a lo que es necesario prevenir y, en su caso, castigar con dureza. Y podrían encontrar modelos en esa Europa a la que tan falsamente apelan ahora para enjuiciar a los que intentaran de nuevo desgajar una parte del Estado por las bravas o a los que, con esas intenciones, vulneraran la Constitución, el Estatuto de Autonomía y otras leyes que entorpecen y limitan sus planes. Alta traición entre otras, con penas que llegan a la cadena perpetua. Inconcebible sería que en esos países que quieren hacer pasar por modelo, sólo cuando y en lo que les interesa, que un presidente de gobierno negociase, por su cuenta y de espaldas al parlamento, reformas legales que modificaran las leyes que protegen al Estado contra sus peores enemigos internos, y menos a cambio de apoyos parlamentarios traficados precisamente con los partidos que los representan. Unos partidos que, por cierto, en muchos de esos modélicos países estarían prohibidos por sus leyes.

Discutimos pues, sobre palabras, sobre relatos, sobre patrañas; porque los hechos están claros, todos los vimos, sea cual sea la figura legal con que aquí o en otros países se cataloguen. Sedición, desórdenes públicos, rebelión, golpe de estado, desvío de fondos públicos para financiar iniciativas particulares e ilegales, entre otras cosas. Todas ellas y algunas más se perpetraron y corta fue su condena para lo que, en mi opinión, merecían. No se trata de modificar leyes y tipificaciones por necesidad del país, sino por interés coyuntural de los que ahora intentan cambiarlas. Todos sabemos de qué va esto, para qué, por qué y para quiénes son los trajes. No se cambia la redacción de la figura de sedición. Se suprime y sustituye por otra menos gravosa que solamente se refiere a una ínfima parte de lo que estos sujetos cometieron. Eliminada la figura, perdonado queda el delito por inexistente tras el truco de magia. Y, por ende, también las penas. Et voilá. Ya hemos torcido el brazo a los tribunales, a las leyes y a la razón. Ya que los jueces no hacen lo que nosotros queremos que hagan, dejemos sin efecto sus resoluciones y sus sentencias. Ahora, envalentonados y metidos en harina, amortizados ya los indultos, ver cortarle las uñas al delito de malversación hará olvidar, al menos por el momento, los despropósitos anteriores, que el personal no da abasto a metabolizar el vértigo de sus abusos. Su tiempo y su memoria no dan para tanto. Se enfadarán con unas medidas que, en un ciclo perverso, harán olvidar las anteriores. Y si no, ya encontraremos la forma de explotar un error ajeno en un tema de postín para tener entretenido y encorajinado al personal con la oposición, olvidándose de nosotros mientras perpetramos estas reformas. La sanidad de Madrid, por poner un caso.

Adelantándonos a los acontecimientos, preparémonos para escuchar grandes cosas. Algunas serán difíciles de digerir (y aún más de defender) y entra dentro de lo posible que haya quien no pueda estirar tanto su desvergüenza. Como pretender distinguir en la malversación la que se hace por lucro personal o la atribuible a otras causas, distinción muy jesuítica, pero infame e interesada. Robar para mí es malo. Muy malo. Indudablemente. Pero pretender que juzguemos mejor robar para el partido, sea para financiar campañas, para abonar los bancales electorales o para financiar delitos, es cosa de mérito. Hace falta cuajo. En este gremio, ya de por sí muy comprensivo con sus propios desmanes, hay quien toca fondo día tras día. Y da pasos hacia atrás, como estos que se nos anuncian. Pero, al parecer, sólo detectamos el sentido real de la marcha los que no somos cangrejos progresistas. Como avance se nos presentará el retroceso y la parroquia así lo verá, dándose cuenta ahora de que precisamente eso es lo que llevaban años pensando. Es lo que vienen haciendo con medidas igualmente problemáticas. Amén, pues; me gusta y a otra cosa. Y facha el último.

Pudiera ser incluso que lo de la malversación sea cosa de francotiradores del amasijo societario, o un señuelo. Discutiendo sobre el globo sonda, nos entretenemos con lo que tal vez no se hará, dejando de indignarnos por lo que ya se ha hecho, que es excesivo e imperdonable. No hay tiempo para procesar tanto disparate y tal vez con demoníaca astucia (y no sería la primera vez) nos pastorean para que nos pongamos a pacer donde no hay hierba, distrayéndonos por el momento de la roturación de los rodales más enjundiosos. Hasta Feijoo dice que esta sería la gota que colmaría el vaso, cayendo en la trampa de entender y sugerir que aún cabe más, de no verlo chorrear desbordado desde hace ya mucho tiempo.

Si les llamamos trileros, más debieran de ofenderse por esa igualación los que ejercen tan engañosa industria por ferias, calles y plazas que estos personajes que una vez más intentan tomarnos por tontos. Si a su feligresía les parece bien que por imbéciles les tengan, con su pan se lo coman. Pero no nos pidan a los demás que comulguemos con tales ruedas de molino.

* Fotografía de Manuel Vázquez, en El País.
https://elpais.com/elpais/2016/03/16/eps/1458129917_864596.html