sábado, 12 de junio de 2021

Epístola jacobina

La conversión de San Pablo. Caravaggio

Gentes de IU y del PSOE, entre otros, crean una plataforma a la que llaman "El Jacobino" para propiciar el nacimiento de una izquierda contundentemente antinacionalista, algo que inexplicablemente nunca hemos tenido. Bien. Nunca es tarde, si la dicha es buena. También cuadra otro refrán: a buenas horas, mangas verdes. No sé yo, y además ignoro, si esto es táctica o caída del caballo. O del guindo. En realidad vendrían a reconocer (y mira que les ha costado) la necesidad de promover una verdadera izquierda, algo esencialmente incompatible con los nacionalismos excluyentes a los que vienen decenios dando palmas. Lo malo es que habiendo dejado esa bandera, como tantas otras, en manos de un enemigo al que ya no pueden vencer sin los apoyos precisamente de los nacionalistas y separatistas, tienen que reelaborar un discurso y un relato ya muy enraizado en ellos y con el que han evangelizado a su peña. Es duro renunciar a Satanás si Satanás es precisamente quien te mantiene en el poder. A todos les pasa, cada uno depende de un socio inconveniente. O de varios. Tanto como difícil resulta que alguien entienda algo si su sueldo depende de no entenderlo. Ahora ven ese error, esa laguna, pero tienen difícil dejar esas garambainas identitarias en que llevan entretenidos tantos años y que tanto falso lustre proporcionan entre los llamados progresistas. Les van a llamar fachas. Encima han leído a Félix Ovejero y parece ser que algunos se han dado cuenta de que lleva razón. Por otra parte, están acostumbrados a apoyar incondicionalmente lo que diga el aparato. Incluso a creérselo. Veremos si estos de IU consiguen influir para corregir esa deriva reaccionaria a la que siempre alude Ovejero.

 Dicen que hay que “superar” el actual Estado de las Autonomías, porque, sostienen sus miembros, “ha demostrado ser tan ineficiente para lograr la igualdad, la redistribución entre españoles o en momentos tan decisivos como la pandemia”. Gran descubrimiento. Si ahora lo dicen ellos, va a resultar que era verdad lo que otros llevan (llevamos) mucho tiempo diciendo, que esto no se arregla con una eterna cesión de competencias, incompetencias, dineros y privilegios que calmen a un sepatarismo que siempre será insaciable.

No creo que pase la cosa de poner una vela a Dios y otra al demonio, puro florentinismo, un intento tardío de lavar la cara, bastante sucia, pero con poco que prospere, siempre será mejor que esa falsa equidistancia que les lleva a abrazar a los levantiscos periféricos, infamia que tanto rechazos provoca. Incluso entre sus filas, que en ellas aún hay quien piensa y lee, no sólo dice amén, aunque los críticos se puedan contar con los dedos de una oreja. Suelen hablar de "equidistancia" (de la mala) los que, no encontrando nada peor que decir de gentes más razonables que ellos, les vienen llamando equidistantes. Con un par.

En todo caso, sería curioso ver y escuchar a muchos de estos decir ahora lo contrario de lo que vienen aplaudiendo desde siempre. No tendrán problemas. Es su costumbre. Lo que diga el amado líder, o el comité. Pero sería un disfrute y una risión. Algo se mueve en la dirección adecuada.

jueves, 10 de junio de 2021

Breve científico y olvidadizo

Hay (siempre los ha habido), ministros y cargos públicos sin actividad conocida. Visto el percal, lo deseable sería seguir sin tener noticias suyas porque cuando conocemos las destilaciones de ciertas mentes, que en algo deben de entretener su aburrimiento, sube el pan. Dice el señor Sánchez que va a eliminar algunos ministerios, de esos que subdividió innecesariamente para hacer sitio dónde sentar tantos compromisos. Si los destituye y cierra esos ministerios que no deberían pasar de subdirecciones generales, si acaso, a menos que nos lo explique, nadie se daría cuenta. Incluso iríamos a mejor. Si acaso se ahorrarían las centenas de millones malgastados en ubicar y financiar los ocios de estos cargos, de sus subalternos y adláteres, y de paso evitaríamos algunas vergüenzas.

 Ha llegado la cosa a un punto en el que lo máximo que cabe esperar de algunos próceres es que no hagan daño, que no perpetren ningún desmán irreversible. El ministerio de Ciencia, sí, el de Ciencia, donde vegeta el señor Duque, no encuentra mejor manera de hacer algo por el gremio que borrar de los premios que concede su ministerio el nombre que homenajeaba a Ramón y Cajal, al doctor Marañón, a Juan de la Cierva y a otros de esos pocos científicos que el personal conoce. Así, pensando que para poca salud ninguna, reafirmará en la gente la idea de que sólo hemos inventado el botijo y la fregona. España nunca ha necesitado enemigos externos, con los de dentro nos apañamos. Espero que no apliquen semejante criterio al Cervantes ni al Goya, aunque malo es dar ideas a algunos que se empeñan en pasar a la historia, aunque sea por imbéciles.

 Mejor debería convocar y bautizar otros premios con los nombres de Juan de Juanes, el doctor Balmis, Severo Ochoa, Domingo de Soto, Jorge Juan, Alonso de Soto, Juan López Velasco, Agustín de Betancourt, Miguel Servet, Jaume Ferrán i Clua, Isaac Peral, Fidel Pagés Miravé, Celestino Mutis, Ángela Ruiz Robles, entre otros cientos de científicos, geógrafos, descubridores, botánicos y demás ignoradas lumbreras adelantadas a su tiempo que estos mandrias hoy intentan oscurecer. Llega uno a dudar de que siquiera tengan noticias de ellos, sin duda tan absorbidos y encerrados en la celda sin ventanas de su especialización como mal aconsejados por los sectarios que nunca dejan de pulular a su alrededor, pastando también del presupuesto.

Una vergüenza. Una más.