Una de las condiciones para que algo funcione, bien o mal,
es la de su existencia. Y una de las diferencias, no menor, que hay entre la fantasmal
comisión de expertos de la pandemia y la que ahora estudiará a quién echarle
las culpas del apagón es la esta última existe y la primera era puro ectoplasma.
A menos que se le llame así a cuatro amigos dirigidos al señor de marrón de
Gila, uno que pasaba por allí. Al final todo es una cuestión filosófica, pura
ontología.
Eso no quita para que interesadamente se quiera dirigir el
debate hacia cosas inexistentes, más dóciles y moldeables que las reales. En el
caso que nos ocupa se nos quiere desviar la atención y el criterio hacia la
inexistente oposición a las energías renovables. Nadie se opone a ellas, nadie.
Se intenta crear un marco favorable para argumentar con ventaja e intentar
salvar el relato, el honor, la cara, los votos y el sillón, deformando el
problema y presentándolo falsamente como un enfrentamiento entre nucleares y
renovables, entre fachas y progres, entre reacción y progreso, entre la
superstición de un extremo y el rechazo irracional del otro. De nuevo, nos
encontramos con que es difícil resolver un problema que no existe. Al menos
como está planteado. Los que se quiere hacer pasar por defensores a ultranza de
la energía nuclear piden simplemente que se prolongue la vida útil de las
centrales ya construidas hasta que se pueda prescindir de ellas, encontrada una
solución de almacenamiento que no ponga en peligro el sistema y el suministro.
Nadie en España propone construir más centrales nucleares, como ocurre en otros
países que no tienen la fortuna de disfrutar de tanto sol y vientos ni de haber
heredado trescientos setenta y cuatro de embalses.
Nadie se opone a las energías renovables, todos entienden
que es el futuro y una bendición para España, donde el sol pasa el invierno y
tantos turistas acuden a cargar las pilas. No faltan muchos años para que estas
energías limpias, inagotables y baratas hagan que no necesitemos otras.
Sobrarán las nucleares, no habrá que quemar gas o carbón en centrales que
quedarán obsoletas, y el agua de los pantanos podrá conservarse para mejores
usos, consumo humano y regadíos. Tenemos el problema de que no se puede almacenar
hoy por hoy gran parte de la energía sobrante y que hay momentos en que
producimos demás para lo que la red, el consumo y las circunstancias permiten.
Vamos a tener que reabrir los altos hornos para fundir acero gratis con la
energía que nos sobrará y el precio de la electricidad debería reducirse si la
vergüenza no fuese también inexistente, una vez libres de la fuga de divisas
tradicional que arruinaba el país para pagar combustibles fósiles que quemar en
las centrales de ciclo combinado. Pero antes hay que desarrollar tecnologías de
almacenamiento viables y baratas. Entonces sí, entonces sobrará todo lo demás y
se verá lo absurdo y sectario e este falso debate . Hoy por hoy no podemos
poner todos los huevos en la cesta fotovoltaica y solar. El engaño interesado
es decirnos que hay quien se opone a ella o al hidrógeno, otra vía prometedora.
Lo razonable, supersticiones aparte, es mantener unos años
más las nucleares ya instaladas activas, como no habrá más remedio que seguir
quemando gas o vaciando los pantanos en ocasiones. Todo el mundo sabe que ni la
tecnología actual ni la red eléctrica en uso permiten hoy en España un 100% de
renovables. Es cuestión del equilibrio imprescindible en todo momento entre
oferta y demanda de electricidad, que falla cuando se produce un mínimo desajuste,
como hemos tenido ocasión de comprobar y padecer y que nos explicarán en cuanto
encuentren algo que contarnos. Como en todo el mundo tienen el ojo puesto en el
caso, por eso de las barbas del vecino, en este asunto estamos expuestos a
llegar a conocer la verdad, que dará y quitará razones.
Hay autonomías, como Extremadura y Castilla-La Mancha que,
con sus pantanos, molinetas y parques solares instalados, producen mucha más
electricidad que la que consumen y necesitan. Hay otras, más industrializadas y
necesitadas de electricidad, que son totalmente dependientes de la que se
produce en otras regiones. Ya se ocuparon de que no les mancharan el territorio
con esas instalaciones que contaminan, estropean el paisaje de los abuelos o
expulsan a los habitantes de los valles, la mejor tierra cultivable que tenían.
Ya fabricamos nosotros. Vosotros cultiváis, abrís minas, nos vais mandando
materias primas baratas y energía, os tragáis los humos y, cuando hagáis falta,
ya si eso, os venís aquí como mano de obra mientras nosotros os vamos
marginando y despreciando, que nos vais a joder en ADN y el idioma.
Cataluña tiene unas centrales nucleares (no el país vasco,
que lo evitaron a tiros) que le suministran la mitad de la energía que
consumen. Renovables tienen pocas, cuanto más lejos mejor, que los molinos les
recuerdan al Quijote, que viene a ser como los toros de Domecq o los tricornios
e inquietan el espíritu del país. Lo malo es que la tecnología y la industria
van a requerir cantidades ingentes de electricidad para el procesado de datos,
la inteligencia artificial o la recarga de las baterías de los coches, si es
que no se encuentra antes algo mejor, que sería lo deseable.
Las empresas de energía, que no sus fuentes, están ubicadas
casualmente en el País vasco, Cataluña y Madrid. La propuesta más razonable, a
mi entender y al de una mayoría, es prolongar unos años la vida útil de las
nucleares. Esta opción, salvo suicidio económico como el alemán, tiene la
suerte de ser inevitable y la desgracia de ser la postura defendida por el PP,
por los fachas. Cero votos la moción, salte o raje. Pero nos vamos a divertir
cuando Junts y ERC por una parte, y PNV por la otra, apoyen lo que por una vez
es bueno para España y bueno para las partes de ella que ellos representan,
para sus industrias y para su futuro. Los nacionalistas no pueden permitir
depender de una energía que les llega desde la metrópoli ni renunciar a los
jugosísimos beneficios de las empresas que están allí, no en Cáceres o en
Albacete, en Aragón o en Castilla, donde producimos la electricidad que ellos luego
nos venden y cobran y que sus industrias necesitan. Hay veces que o se sorbe o
se sopla, o la puta o la Ramoneta.
De forma que no sería raro ver otra caída de caballo, otro
dondedijedigo y de reírnos hasta el desternille ante los esfuerzos de obispos,
feligreses y acólitos por defender mañana lo que hoy rechazan. Ya están hechos
a esos vaivenes, sapos y papelones, de forma que, aparte del ridículo, poco
quebranto les va a suponer. Y no va a ser el PP quien les tuerza la mano, no,
sino sus socios, los únicos que, a cambio de esos votos que les faltan y que
las urnas les negaron, merecen ser escuchados y retribuidos. Lo que usted guste
mandar. Pongámonos cómodos a ver la función que, o mucho me equivoco, va a ser para
Premio Nacional de Artes Escénicas.
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