martes, 31 de julio de 2012

Espístola del rescate de los cautivos

Epístola del rescate de los cautivos - 14 de julio 2012

Queridos hermanos.

    Anda la cristiandad revuelta. No es nuevo que sean los más quienes trabajan, viendo como tributos y aranceles les arrebatan gran parte de sus ya menguados jornales, para pagar las deudas de los menos, quienes, ociosos y a costa de los primeros, siguen acumulando riquezas y viviendo en el lujo, el derroche y el exceso. Mullidas alfombras pisan hoy quienes antaño ejercían su oficio en Sierra Morena. Han abandonado sus trabucos los salteadores de caminos, hallada la manera de esquilmar al desprevenido villano de guisa menos riesgosa para el asaltante.
    Se promulgan pragmáticas que nos hacen más pobres a muchos para que unos pocos no vean peligrar su riqueza, socavando la justicia y la razón y convirtiendo en papel mojado anteriores leyes, edictos y acuerdos.  Quedan indefensos los cristianos tras atender durante largos años la parte que les correspondía en un trato que ahora ven incumplido. A pesar de ser tenida por gente dudosa y poco de fiar, el apretón de manos de un tratante de ganado o de un chamarillero, ha resultado ser más fiable que leyes y pragmáticas, a cuyo amparo creíamos estar, solemnemente proclamadas y rubricadas por el mismo rey,  pero que comprobamos que a poco comprometen a quienes con mentira juraron defenderlas para acceder a sus prebendas y canonjías. Dios les pedirá cuentas por sus quebrantados juramentos y promesas.
  A la injusticia añadimos hoy el escarnio y el desprecio. Hay ocurrencias, pues con ocurrencias se nos gobierna, que minan hasta el derrumbe la ya tambaleante moral de la feligresía. Vemos gestos que, de forma obscena, suman la burla y la vejación a nuestros miedos por el presente y el futuro.  Desconocemos las caras de los que en verdad nos gobiernan, sólo sabemos que sean quienes sean, nos miran como insectos. Como siempre ocurre en la cristiandad, hay que dirigir los ojos a Roma para encontrar ejemplo y guía. Elsa Fornero, regidora transalpina, vertió amargas lágrimas mientras anunciaba sacrificios menores de los aquí se nos imponen entre aplausos y sonrisas.
    En las juntas en las que su cofradía decretaba una recortadura tres veces mayor para una economía la mitad de grande, Andrea Fabra, una de las diputadas del común que hace pocas lunas elegimos para solucionar los problemas que nos abruman y que, a los 28 años, y gracias a la designación del virreinato valenciano, ya ostentaba senatorial toga, vomitó un expresivo resumen de su pensar, mostrando a los súbditos del reino el grado de su aprecio y caridad para con quienes iban a sufrir las requisas que permitirán que ella, sin más méritos conocidos que ser hija de su padre, levantino prócer con aspecto de capo de la mafia calabresa, siga viviendo como un rajá: —¡Que se jodan!, fueron sus piadosas palabras. Que este miserable personaje siga o no posando su culo en una cátedra que no merece será vara con que medir la dignidad de tal congregación.
    —¡Ya veo la luz al final del túnel!, exclama Miguel Durán, anterior jerarca de una orden laica que agrupa a los ciegos del reino.  
    —¡Oteo una luz al final del túnel!,  pero es un tren que viene, —leo en otra esperanzadora crónica…
    Los nostradamus  de las finanzas explican qué va a acontecer, una vez ocurrida la catacumbre, que no antes. Asesoran e ilustran a los usureros que les pagan, que han salido a la luz para mostrarse ahora sin recato, después de siglos ocultos en oscuras y tortuosas callejas en las que antaño ejercían su infame oficio. Pomposos títulos disfrazan y dan lustre a su hermandad sin fronteras y, ya a cara descubierta, imponen a reinos y villas las penitencias y ayunos que les garanticen el cobro de las rentas de sus usuras.
    Oscura y contradictoria es su doctrina:
   —¡Hemos vivido por encima de vuestras posibilidades, ahorrad ahora!, razonan unos.
    —¡Gastad, malditos, que nada vendemos!, gritan otros.
   —¡Sálvese quien pueda!, vienen a decir quienes gobiernan, aunque vemos que, en el actual naufragio, sólo hay barcas para socorrer  y rescatar a quienes han estrellado la nave contra los arrecifes.
    Uno de estos gurús, que imparte doctrina económica en los estudios generales de la corte, afirma que algo de vida inteligente debe quedar en Europa, aunque no se vean muestras de tal cosa en el momento actual. Opina que son poco atinadas las providencias con las que se nos quiere sacar de la ruina que padecemos. Oigo hablar de que se nos rescata, como cautivos de Argel. Eso, al menos, nos confirma que esclavizados estamos, ya que rescatados hemos de ser.
    Sírveme de consuelo el pensar que, puesto que somos nosotros quienes a ellos les damos de comer, que no al contrario y que, además, les hacemos ricos, no han de dejarnos morir, al menos no a todos. Que Dios reparta suerte.

El hermano José

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