—¡No puedo!, ¡No puedo! Exclamó airado Pablo mientras daba
un fuerte puñetazo en la mesa. Alrededor, con caras apesadumbradas, su mano
derecha, su mano izquierda y una pequeña corte de acólitos y asesores, entre ellos algunas
de las mentes más brillantes de la política española, asentían con gravedad.
—Ya lo sabéis. Todo el mundo me conoce y sabe que yo no
puedo con la corrupción; por pequeña que sea. Fue la excusa que dio pie a esa
moción de censura que nos quitó el gobierno. Para dar aliento y mando en plaza a la pandilla de
delincuentes que apoyan al gobierno de este trepa sin palabra ni vergüenza. La
limpieza que emprendí en el partido apartó de cualquier puesto visible a todo resto
de esa vieja guardia que, perpetrando o consintiendo corruptelas, llevó al
partido al descrédito y a la ruina. No dejé, como sabéis, ni uno. España y el
partido están por encima de cualquier otro interés o ambición personal. No
podemos perdernos en estrategias, riñas de familia y eternizar este desangramiento del pulso
con la Ayusa, cosa que me reprochan, como si hubiera otro remedio, si queremos mantener
prístina e inmaculada nuestra marca. Toma aire y brama: ¡Hasta ahí podíamos
llegar! ¡Hay que darle la puntilla! Que si barrió en Madrid, que si tiene carisma, que si ella tiene más
huevos que yo y que ella sí que puede con VOX, que si, cuando Iglesias dejó la
vicepresidencia del gobierno y dijo ¡dejadme solo! retándola a un duelo
singular, hizo tal ridículo que se tuvo que retirar del negocio, que si patatín
que si patatán. ¡Engreída! Otro puñetazo en la mesa, que empieza a agrietarse.
¡Soberbia! Otro puñetazo. ¡Ingrata! Sale despedido el reloj, que se estampa en la cabeza a Egea, contento de que no le haya alcanzado ningún órgano vital ¡Corrupta! Eso es lo que es: una corrupta. Y por ahí sí que no
paso. Nos cueste lo que nos cueste.
—¿Te refieres, jefe, con eso de la limpieza y la depuración
a nuestros mentores y maestros de toda esta camada criada las Nuevas
Generaciones? —dice uno. Siguen todos en nómina.
—¿Y Pío?, —incide otro. ¿Y Arenas, y Hernando? O Esperanza,
Rajoy, y doscientos más. Llevan aquí desde que tomaron la primera comunión.
Como nosotros.
Casado da otro puñetazo sobre la mesa y se levanta, tirando
la silla. —¡Pero ostias!, ¿estáis aquí para ayudar o para joder aún más la marrana?
¡Que parecéis gilipollas! Lo cierto, como decía, es que no podemos consentir
ningún caso más de corrupción, ni pequeño ni grande. Ni siquiera la duda o la
sospecha. Aunque le afecte a la hijaputa esta. Más lo siento yo; es tristísimo
tener que decir a la prensa, con el corazón partido, lo que no hemos tenido más
remedio que explicar. La he criado en mis pechos, la propuse yo para ese
cargazo y así me paga, moviéndome la silla. Pero ya lo dijo Bono, que de esto sabe: Bolsillos de
cristal. Tenemos que tener, tienen que tener, los bolsillos de cristal. La
mujer del césar…
—Es que —le interrumpe otro, hablando flojito— si este mont…,
digo este caso de corrupción, tan gravísimo como excepcional en la casa, se
lleva por delante a la Ayuso, detrás va el partido. Vamos todos a la puta
calle. Yo no sé a qué os dedicabais vosotros antes; yo, la verdad, tengo crudo
lo de incorporarme a la vida laboral, a mis años. Y del apartamento y el Audi
aún me faltan años que pagar.
—Intereses espúreos. Los asuntos personales en el bar. Aquí
se habla de principios. Lo primero es el poder… (se rasca tras la oreja) …ir
por calle con la cabeza bien alta, —termina la frase mientras se mira las uñas.
Todos amamos al partido, compañero, pero (elevando la barbilla) ¿Desde cuándo un político español pone
por delante los intereses del partido a la verdad, a la honradez, a España, en
definitiva? ¡Que le den por el culo al partido si lo que está en juego es la
conciencia! ¡Zaaas! (Después de este puñetazo, la mesa empieza a resquebrajarse).
¡Me la cargo, por estas que me la cargo! ¡Salte o raje! El más tonto, puesto
muy reñido en la sala, mira la mesa creyendo que a ella se refiere.
—Yo no veo esto claro —dice uno mientras se atusa una ceja—. Estas facturas y esos datos de Hacienda, que vosotros sabréis cómo habéis conseguido, quién las buscó y porqué... No sé, no sé. Lo único que pillo es para qué. Porque, lo del detective no acabó de cuajar, ¿verdad, Egea? ¿Quién coño os facilitó esos datos confidenciales? Egea le responde escupiéndole un hueso de aceituna que le acierta en todo el ojo.
—¡Recoge el hueso, coño, que se va a escurrir alguien —ordena
Casado. Joder, Teodoro, no ganamos para esguinces con tus putos huesos de
oliva.
—Pablo, —le susurrra conciliador Egea a Casado arrimado al cartílago
auditivo—, estamos rodeados de gilipollas. No dan una a derechas. Si salimos de esta con bien, hay que
cambiar de equipo. Te dije que no había que elegirlos muy listos, pero nos
hemos pasado.
—¿Habéis escuchado a Feijoo pedir cabezas. Y las más
gordas, además, —pregunta Almeida, asomándose por la puerta que entreabre
mientras pasaba por allí. A mí ya me estáis quitando de portavoz porque ya no
sé qué decir y me da la risa. Me vais a arruinar la carrera, bandarras. Y
cierra de un portazo.
—Mala cosa, jefe. Ya empiezan a huir las ratas.
—Pues espera a mañana, cuando vengan los barones a poner
orden. Llevan todo el día afilando las navajas. Veremos. Como Feijoo se haya hartado de lluvia, nuestras horas son llegadas.
-o-o-o-o-
En la política pocas cosas son lo que parecen ser, aunque
en esta ocasión la irresponsabilidad nos haya mostrado en directo, sin
intermediarios, lo que han querido que veamos, jugando a la ruleta rusa.
Algunos miran comiendo palomitas, pensando que Dios los ha venido a ver tras
varias elecciones empeorando los resultados. Ni se habla de eso, ni de la
pandemia, ni de la guerra, ni de los EREs, la independencia ya se olvidó, los socios languidecen esperando que la muerte sea dulce… Otros pensando que lo mejor es
callar, que ya les van haciendo la campaña estos mandrias. Ya recogerán los
despojos. Y otros pensando cómo sacar tajada de estos espectáculos, aunque ya no
haya en sus partidos quien salga a cosechar.
—Adelanta elecciones generales, Pedro, ahora que están distraídos dándose ostias. Ponemos de lema “PSOE, 143 años de honradez”, y barremos.
—Calla, gilipollas. ¿Tú no eres de Sevilla, alma de cántaro? Ponle una vela
a san Judas para que dejen a estos inútiles al mando. Como se anime Feijoo o la
Ayuso con Cayetana, acabamos la mitad en el paro. No te digo si resucitan a Aznar, que tendríamos que llamar a González. Y si no vienen los socorros y estos panolis desaparecen, pintan bastos porque ya nos hemos encargado de engordar un enemigo peor. Reza, hermano, reza, porque a veces los dioses, para castigarnos, atienden nuestras plegarias.
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