Las declaraciones de Toni Nadal, tío y pigmalión deportivo y vital de Rafael Nadal, sí que serían buen tema para dar lugar a reflexiones y debates serios, en lugar de las memeces que, en gran parte, nos suelen
ocupar. Sería muy largo hacerlas aquí, aunque a bote pronto, se me ocurren
varios aspectos a considerar.
Viendo que muchos elogios forzados se inician más o menos diciendo: "la verdad es que...", "hay que reconocer...", y otros atenuadores de la alabanza, uno percibe que su éxito se admite a regañadientes, con esfuerzo, con gran pesar, porque no hay otro puto remedio viendo los datos. Envidia al éxito, mal nacional, a lo que se le añaden reproches porque haga ondear la bandera equivocada o no hable en la lengua que algunos quisieran exclusiva, no aplauda los lemas de la parroquia, y otras miserias del sectario. Para ellos es un mal ejemplo, un espejo que los muestra en cueros vivos. Lo gris, lo mezquino, lo ovejuno, por contraste, siempre se siente agraviado por la excelencia ajena.
Destaca por su ruindad aldeana Alfons Godall, típico producto del separatismo que, como suele ocurrir, muestra bien enraizadas todas las calamidades y miserias de la hispanibundia. Vicepresidente del Barça con Laporta, considera que Nadal, la roja, como Fernando Alonso o el Madrid, y otros tantos mucho mejores y más decentes que él y los suyos, son enemigos del país, de su soñada república bananera. Son del país enemigo, dice. Si esos son sus enemigos, los de su parroquia, para qué seguir, salvo dar gracias por no contarnos entre los amigos de tal desecho humano ni entre los indios de su tribu. Por sus enemigos los conoceréis.
Lo segundo es lo del esfuerzo. La exigencia vende poco. Si acaso algún partido en su programa pide algún sacrificio o aportación, siempre se refiere a aquellos a los que no considera sus posibles votantes. El esfuerzo corresponde a los demás, la cosecha a los nuestros. Una población a la que nada se pide y de la que nada se espera, un sentimiento fatal que acaba siendo recíproco. Por eso, cuando, gracias a estos dulces mensajes y a las críticas a los más privilegiados o exitosos, unas veces con razón y otras sin ella, pues entre sus virtudes está la de no conocer los matices ni las diferencias, cuando gracias a estos discursos más teatrales que interiorizados alcanzan un buen pasar, un nivel de rentas cercano al de las castas que criticaban, se cambian de barrio, calcan su modus vivendi, sus lujos y sus racaneos fiscales.
Lo tercero es que Toni, el tío de Nadal, debería formar parte de las comisiones que redactan las leyes de educación, que hace decenios renunciaron a tan sanos principios como los que han llevado a Nadal a donde hoy lo vemos, los más con respeto y admiración, algunos con irritación, otros con desprecio y los peores, como enemigo.
"La imprescindible escuela de la dificultad". Toni Nadal en El País
Yo también soy un envidioso ,envidia de la buena , envidia sana si es que es compatible esa posibilidad.El esfuerzo ha sido brutal ,el denuedo en la lucha y la confianza en el éxito, arrolladores, entonces ¡ que coño viene a contarnos aquí el Juan Capullo Cantimplora de turno !. Por favor , una mano de fumigación para este país.
ResponderEliminarYo sí creo que hay envidia sana, como ejemplo y, para quien pueda, deseo de emulación. Pero predomina la mala, la envidia oscura, la que sufre con el bienestar o el éxito ajenos. A eso se une que, como hoy todo se politiza para mal, hay peñas y personajes que rechazan todo lo que pudiera unir, todo lo que pudiera enorgullecer a un país, que quieren desunido y enfrentado. En este y en otros casos dan en hueso, el ataccado está muy por encima moralmente de sus atacantes.
EliminarUn abrazo.
De acuerdo con ambos, Maimónides y José Garrido, cuanto envidioso malo hay en España. Saludos.
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