lunes, 26 de septiembre de 2022

Epistolilla italiana, política y frutal

Italia y las orejas del lobo. Abundarán estos días escritos y peroratas, comentarios, memes y tuits, intentando desrazonar la desafección de los ciudadanos, que acaban votando a payasos, melones, actores o gañanes, buscando lo que menos se parezca a los actuales políticos, gremio empeñado en no dejar inexplorada ninguna ruta de la indecencia. No faltarán los que se refugien es eso de que la gente está engañada, manipulada, es muy torpe y se ha vuelto a equivocar, no han entendido los mensajes, votan contra sus intereses y tal y cual. Para cada partido el principal nicho e impulso de los menguantes votos son los errores ajenos.

 La abstención crece, en gran parte por el rechazo a los líderes, mejor caudillos, que son más rémoras que activos para sus partidos. Programas, promesas y compromisos, por estas que son cruces en campaña, se contradicen luego, papel mojado para reírse de unos votantes que creen tener presos, fraude que confían les saldrá electoralmente gratis. Y no.

 A VOX le dan más votos Irene Montero y Sánchez que Olona, y viceversa. En fin. Sigan cada uno viviendo su adolescencia, su mundo paralelo e irresponsable, su matrix; persistan en su agenda de moldeamiento social intentando llevarlos a donde no quieren ir, obsesionados en lo que a nadie más preocupa, procurando todos tener una justicia afín, discutan del sexo de los ángeles y las ángelas, identidades e identidadas, miren más al pasado que al futuro, aunque a Franco ya no se le puede desenterrar otra vez, los paraísos prometidos cada vez se ven más lejos e improbables, sigan haciendo depender la gobernanza de España de las manos sucias de socios y apoyos que quisieran verla deshecha. Estamos en guerra, en la puta ruina y entrampados hasta los ojos, las redundantes instituciones que bullen de asesores y parientes viven en el lujo y el derroche, que a nosotros no nos falte de ná', para el resto la nevera vacía y la casa sin barrer.

 Manténganse enfangados en sus guerras partidistas, paralizantes, destructivas, centradas en la propia supervivencia. Continúen polarizando, disolviendo, fragmentando, enredando y enfrentando, sigan comprando y vendiendo derechos, privilegios y desigualdades a cambio de apoyos, pagando con lo que es de todos, no suyo. No dejen de pensar que para ministro o cargo público cualquiera sirve, que basta con que sea de una peña necesaria para la investidura, que luego Dios dirá, o nómbrese al tonto del pueblo por cubrir un cupo o atender un acuerdo... Y luego extráñense. La culpa es de la gente, que es tonta. Pero, mientras tanto, háganselo ver.

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Leo ya en la prensa algunos primeros artículos, escritos con los pelos de punta, como asombrados de lo ya previsto, de los muchos análisis que habrá, mejores y peores, previsibles unos, otros más realistas, ninguno autocrítico. El anterior es el mío, con referencias a España, pero común a gran parte a muchos países occidentales, pues coincidimos en perdernos por las mismas rutas de la irrealidad, más atentos al envoltorio que al contenido del paquete. Al final, ganarán partidos caudillistas, que ya no hay de otros, simplemente sacando algo parecido a un programa rebuscando en los cubos de la basura de los demás, siempre rebosantes. Competencia entre excesos, pérdida de la centralidad, incapacidad para pactar unos mínimos con los más cercanos adversarios, por ser los que nos podrían sustituir, pero dispuestos a la rendición con armas y bagajes, capitulando con la entrega de lo que nunca se debería ceder ante los más extremos y electoralmente irrelevantes, convertidos en decisivos por caudillos con más ambición que principios. En el mundo, entre los que aún la conservan, la democracia para muchos se va convirtiendo en una pejiguera que, como sabemos, es cosa molesta y de poco provecho que acarrea muchos problemas y dificultades. No vamos bien, hermanos.

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