miércoles, 11 de noviembre de 2020

Epístola vehicular

Busque el García

Los territorios no tienen derechos. Sólo los ciudadanos pueden tenerlos, no los bancales ni las regiones. Las lenguas no tienen el derecho de ser habladas. Ni nadie a imponer que se hablen ni que no. Son los ciudadanos los que tienen (o deberían tener) el derecho a expresarse en la que quieran o puedan. Reclamar el de ser educado en la lengua que escuchaste alrededor de la cuna, ya es mucho pedir. Cualquier política de imposición en ese terreno, sea la franquista o la de la actual administración catalana, —es decir, la misma— no puede dejar de ser valorada como un abuso con tufo a totalitarismo uniformador. Al parecer, hay una uniformidad indeseable, que abarca todo aquello que quiera ser salvado como común, como cemento que una las distintas gentes y territorios de un país, el nuestro, el de todos. Enfrente hay otra ya más noble, más defendible, esto es, la forzada homogeneidad que lamine las diferencias dentro de cada virreinato. Con las banderas ocurre igual.

¡Viva la diferencia!, pero sólo si es la nuestra. Cataluña lleva decenios malgobernada por unos fanáticos empeñados en esa obra de ingeniería social que llaman “construir país”, algo que sólo se puede hacer con los escombros del único que existe y que cobija a las diferentes comunidades autónomas. Dudoso invento que cada día muestra más lo frágil de sus costuras, pues pudiendo ser una buena idea, se hizo a estirazones, y no era diseño que pudiera funcionar cuando desapareció la débil ligazón de aquellos consensos entre gente más decente y preparada que la que desde hace lustros soportamos al mando. La deslealtad secular de algunos territorios debió de ser prevista, incorporando salvaguardas que impidieren aventuras ya intentadas, hoy ya es tarde. Y el único país existente aquí, la única nación, España, paradójicamente es la única puesta en duda, de nombre impronunciable para los mesetarios y periféricos desnortados que apoyan estos desafueros supremacistas que hablan de plurinacionalidad y de la autodeterminación de los pueblos y las aldeas. Menos de los suyos, que bien se guardarán los de Barcelona de declararse independientes de Damasco.

Que los promotores de este intento planificado de escriturar parte del territorio nacional a su nombre sean una pequeña élite acomodada, ombliguista y xenófoba, con aromas racistas, una especie de extrema derecha corrupta y excluyente, sea cual sea la denominación que le pongan al producto, no es óbice, cortapisa ni valladar —Forges dixit— para resultar apoyados por otros que dicen ser de izquierdas. Lógicamente de la peor y más extremada de las izquierdas posibles, esas que abominan de reformar la casa y ven mejor arramblar con el edificio para hacer un chamizo medieval con lo que quede de sus piedras. Será peor, pero suyo. Trasladan a la estructura del Estado, que quieren débil si es que quieren Estado, ese instinto fragmentador que les lleva a subdividirse eternamente en Frentes Populares de Judea, permutando cinco o seis palabras para bautizar sus infinitas sectas. Intuyen, saben, que sólo en los ríos revueltos, en la descomposición y en el conflicto tienen ocasión de pescar algo. Cuando las aguas son claras se les reconoce demasiado bien ya desde lejos. Cuanto más turbias y enfangadas mejor.

Lo que los separatistas han puesto encima de la mesa como elemento diferenciador, la almendra de su derecho a ser un nuevo país, siempre ha sido la lengua. Luego te ponen como ejemplo Bélgica o Suiza, o Canadá. Un solo pueblo, una sola lengua. ¿Quién dice esto hoy? Lo de la lengua del imperio era de Nebrija, era lema de la época de los Reyes Católicos, algo en parte intentado recuperar por Franco, con poco o nulo éxito. No es Vox quien lo dice ahora, aunque a algunos de ellos sin duda les gustaría; hoy son otros populistas, los Jordis, los Torras, los Puigdemonts y los Mas. E Iglesias y el converso Rufián, que todo tocino es poco para mostrar la firmeza de la nueva fe, que de algo hay que vivir bien. Principios, los justos, no como Sánchez que los tiene todos, eso sí, unos días unos y otros los contrarios. No, no son los llamados centralizadores, sino los separatistas, quienes proclaman y aplican tan progresista y conciliador lema en la política local y en la enseñanza. El castellano, hasta ahora residual, aunque lo fuera ilegalmente, con este bodrio legal ya será lengua extranjera en la escuela catalana, por fin. Ahora con todo derecho. Como el inglés, el italiano o el alemán, el mismo número de horas, pero peor visto, que ni en el recreo debería usarse. Dos horas semanales en primaria, tres en secundaria y dos en bachillerato. Sin embargo, ese es el idioma agresor, el que intenta imponerse, lo que son las cosas o quieren que sean estas mentes calenturientas. Con esta modificación legal de encargo, pago que santifica los desaires nacionalistas a las sentencias del Constitucional y las del TSJC, hasta harán difícil el único recurso actual para reclamar tus derechos lingüísticos en la escuela, ese miserable 25%, que es acudir a los tribunales. De todo ello tanto el PP como el PSOE son culpables, por acción o dejación durante decenios, por la recurrente compra de votos pagando con los menguantes derechos de todos. No le echaré la culpa a ERC, que vende a buen precio sus votos y gana otra piedra para su obra, arrebatada como siempre a los cimientos de la casa común; tampoco a Iglesias, mediador y tratante del acuerdo entre payos para la venta de esta burra legislativa, pues de él y de los suyos nada cabe esperar, ni en esto ni en nada. El alboroque lo celebrarán juntos. En el PSOE, el pagador en el trato, se escuchan rechinar algunos dientes, hay quejas acalladas por el sillón en juego, los que razonan en contra pasan a la lista negra y las navajas están preparadas. Esperemos que los vaivenes parlamentarios no obliguen a algunos a hacer el ridículo una vcz más con sus dondedijedigos.

En los estériles debates de las redes se suelen leer cosas peregrinas, no las llamaremos argumentos. En realidad, muchos de los debatientes lo que vienen a decir es que si lo hacen los suyos, bien hecho estará, tanto como si hubiesen hecho lo contrario. Lo que da la cepa, no hay que esperar más. Los más listos y decentes, que los hay, o callan o mantienen una postura tibia, como desentendida, se van por las ramas viéndolas venir, por si hubiera mañana que defender lo contrario y enumeran algunas obviedades sobre la hermosura de las lenguas, la necesidad de respetarlas, algo que nadie discute o alegan que ninguna está prohibida, cosa que nadie afirma. Otros, bastante menos inteligentes, intentan argumentar, y recurren al mismo tono agraviado y lloroso de aquellos que en definitiva vienen a defender. Los que reclaman que el 25 % de la enseñanza que reciben sus hijos sea en castellano son para ellos los malos de la película. Y los que los defendemos también, unos fachas, resignados y ya hechos a recoger y abonar algunas flores que van tirando los que se autodenominan progresistas. Presentan estos últimos a los que se oponen a este engendro legal como si los perjudicados fuesen los abusadores, los que oprimen lingüísticamente a los que quisieran que en Cataluña sólo se hable catalán. Pero la verdad es que los que con su ayuda quitan derechos son los tractorícolas, los verdaderos fachas catalanes, los carlistoides paletos que proclaman desde balcones y despachos oficiales “un sol poble, una sola lengua”, no los otros.

Ni el catalán ni es castellano corren peligro en Cataluña. Ninguna de las dos lenguas está expuesta a desaparecer en el uso voluntario que de ellas hagan los ciudadanos. El debate no es lingüístico, sino de hegemonía cultural y política. Se prohíbe la posibilidad de rotular en las calles en castellano, incluso se multa a quien lo hace en el cartel de su propio negocio, las comunicaciones desde y hacia las administraciones solamente se permiten en catalán, el exigido dominio de la lengua vernácula filtra y tapona la llegada de indeseables e indeseados funcionarios carpetovetónicos y en la escuela no se habla otra lengua que no sea la catalana, salvo en las dos horas dedicadas a la Lengua castellana… Si todas esas anomalías democráticas suponen la normalidad en Cataluña, difícil es presentar a los castellanohablantes, la gran mayoría, siendo el castellano la lengua materna del 56,2% de los catalanes, como los que intentan imponer su lengua frente a la catalana, que se quiere hacer pasar por la agredida, por la necesitada de protección. Ha costado cuarenta años, pero por fin gracias a estos desalmados de distinto pelaje el castellano tendrá legalmente el trato y consideración de lengua extranjera, gracias a este artefacto legal vergonzoso que ERC intenta cobrar por su apoyo a los presupuestos, con Podemos de mamporrero y la peña de la izquierda mesetaria dando palmas. Esperemos que el Parlamento impida que se perpetre este desafuero, aunque pocas esperanzas hay.

Desde balcones y despachos de una administración centrada en eso que llaman “la construcción nacional”se repetía y repite el lema “Un sol poble, una sola lengua”, la catalana, que el castellano es jerga de los charnegos invasores y otras gentes de mal vivir. Hoy, gracias a estos irresponsables políticos, están un paso más cerca de conseguir su objetivo.

Son los más desfavorecidos los que pagarán el pato, al precio de acabar teniendo escaso dominio del castellano, pues habrá que ir a colegios de pago para alcanzar el que sería de ley conseguir en un centro público. Los promotores del invento llevan a su prole al colegio británico o al liceo francés, donde enseñan bien el español, que el catalán ya lo llevan de serie. La izquierda apoya aquí a los más solventes, más a Anna que a Ana, menos a Arturo que a Artur y más a los Puigdemont que a los Gómez. De paso, estos inmigrantes de nueva o vieja estirpe, si el castellano es su lengua materna, habrán interiorizado en la escuela y en la calle que la suya es una lengua importada, ajena al territorio en que nacieron y viven, lo que les llevará a asumir que son ciudadanos de segunda, parte de esa chusma mesetaria hambrienta y analfabeta, la tropa de una invasión programada por Franco como algunos han llegado a escupirles, charnegos que deberían ir olvidando hasta en casa su lengua si quieren integrarse en ese parque temático nacionalista en eterna construcción. De todas formas es inútil. Su lengua es la materna para un 56,2% de los catalanes, la podrán esconder en casa, pero sus apellidos les delatarán. Nunca seréis de los nuestros, sois gent de fora, Los García, Martínez, Sánchez, Gutiérrez, esos que enumeraba con sorna Boadella, y que son los más frecuentes en Cataluña, como en el resto de España, nunca podrán competir para los puestos de postín con los Puig i Casademont, Formiguera i Margall, o Major i Detall.



9 comentarios:

  1. Extraordinario análisis, como corresponde a una cabeza muy bien amueblada, la tuya querido Pepe.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias. Es que he vivido allí, cuando era niño y de maestro en un pueblo de Barcelona. Siempre he tenido afecto y simpatía hacia Cataluña, aunque luego he visto que más de lo que merecían. Siempre he seguido con atención qué ocurría allí, y hemos visto que, realidad, muchos de ellos son lo peor de España, con una república totalitaria en mente. No es mejor, nunca lo ha sido, que Andalucía, Extremadura o La Mancha, sí más próspera. Les han ido convenciendo de que son supermanes, más laboriosos, cultos y guapos que sus compatriotas, presentados como kryptonita. Nunca hay que generalizar, porque gran parte de los catalanes son los que día a día sufren los abusos de este gentuzo imporesentable que les gobierna. Pero mi lástima se limita a los que no les votan, los demás, no se merecen la mínima simpatía ni comprensión.
      Un abrazo, amigo.

      Eliminar
    2. Si querido Pepe, creo que te duele Cataluña y por ende España, no es para menos, vivimos creo yo, momentos muy críticos y graves. Un abrazo amigo.

      Eliminar
  2. Cualquier creencia sobre que un pueblo, una tribu, una nación es superior a otra (en inteligencia, humanidad o capacidad de sobrevivir) es FALSA. Absolutamente. En cualquier parte se encuentra la inteligencia y la estupidez repartidas en la misma proporción. Cuándo realmente lo entendamos, y podemos tardar siglos en hacerlo, habremos pasado, como especie, de cáncer maligno a cáncer benigno.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Absolutamente de acuerdo en la reflexión, Brigantinus. Un saludo.

      Eliminar
    2. Absolutamente de acuerdo en la reflexión Brigantinus. Un saludo.

      Eliminar
    3. Pero esa creencia, tan agradable, tan dulce, tan fácil de comprar, se ha inoculado en muchas mentes. ¡Qué te voy a contar a ti que vives allí. Antes Barcelona, cuando era una ciudad abierta y cosmopolita, se escapaba, ahora cada vez menos. Pero en pueblos y aldeas, habitadas por carlistones que se manifiestan subidos a un tractor, deshonrando esa herramienta de trabajo, no salen de su asombro al mirarse en espejo, admirados ante tanta belleza. Se repinan las dos o tres idesas que tinen, se ponen una banderita o un lazo y a la calle, como supermanes. Nada que ver con sus compatriotas, dónde va a parar.
      No hay aldea en el mundo en que no se piense así. Cuando ocurre algo malo, robo, crimen o similar, dicen no era del pueblo. El agua de sus fuentes es la más dulce, su santo el más milagrero y sus montañas las más altas. Su aceite, su pan, sus bailes, su forma de viivir... Paletos, aldeanos, de la peor clase.
      Por lo pronto, cualquier persona debería ser capaz de encontrar en sí mismo algo de más valor y en lo que haya participado, que no el lugar donde su madre lo trajo al mundo. Estos narcisistas no encuentran otra cosa mejor que decir de sí mismos. Seguramente porque no la hay.
      Un abrazo y gracias por tu comentario, estimado Carolus.

      Eliminar
  3. Si, me hago cargo y comparto vuestras opiniones, algunas con matices. Las de Pepe no, porque para mi son; palabra del señor.
    Yo me remitiría en este asunto y en el resto de la política que sufrimos (vaya a saber vd. porqué, seguramente porque somos unos gilipollas). Me limitaré a decir un par de cosillas;
    ¿De quién depende la fiscalía?
    Responde un periodista: Del Gobierno.
    Asiente el presiente: POSESO.
    Ahora.
    De quien depende la decisión de que uno u otro este más arriba o más abajo de las listas del pesoe,
    Del presidente del partido.
    POSESO.
    PueS; todas a chupar polla, con el catalán, con al ley Chely, con el compón de Bullas, y con lo que haga falta, aquí no se mueve ni dios de donde está.
    Pero, ecque los forofos del partido no mueven ni un neurona aunque les engañen, votarán siempre lo mismo porque parece que dios les ve, a la hora de ir a votar.
    Bueno, par que voy a decir cosas obvias, pero ya que estoy...
    Una parte importante votamos al pesoe cuando F.G. (solo hay que ver los escrutinios), la pregunta es, la mía
    (digo al mía, porque parece que fuera la pregunta del millón) ¿porqué, coño, en esta España, no se puede cambiar de criterio sin temor a que te tachen de facha?.
    La pregunta es muy simplona, pero ecque es muy tarde y no me quiero meter en camisas de 11 barras.
    Buenas noches.
    Que el señor (PePE) NOS VENDIGA.
    Ah¡ dios

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, una vez más, por tu comentario. Buenas reflexiones y preguntas. Poco arreglo tiene ese sometimiento acrítico a loo que diga y haga el partido. Mucho borrego hay suelto. Y atado. En la valoración de mis escritos, gracias por tu exageración. Un abrazo.

      Eliminar